En algunas tiendas italianas campea una placa que dice: “Lo posible ya lo hemos hecho, lo imposible lo estamos haciendo y para los milagros nos estamos preparando”. La frase puede resumir los 1.000 días de Gobierno que lleva Matteo Renzi, que a los 39 años entró en el Palazzo Chigi de Roma con el epíteto de “el desguazador”.

El 'desguace' de Renzi comenzó dentro de su partido, en el que aún sobrevive una minoría de izquierdas marxista, sin serlo ya, pero sin haber propuesto una alternativa al liberalismo imperante. Romano Prodi intentó la modernización, pero se lo cargaron sus aliados comunistas.

El segundo 'desguace' era la Italia de “los mil campanarios”, como la llaman en referencia al coacervo de reinos, ducados y ciudades-estado que desde Carlomagno hasta Napoleón intentaron inútilmente unificar. Se consiguió solo en 1870.

En los 1.000 días que lleva gobernando, el exalcalde de Florenciase ha enfrentado ahora con el mayor de los 'desguaces' de su programa: superar la Constitución aprobada con el miedo al “hombre fuerte”, en alusión a Benito Mussolini. No es fácil, como expresa el referéndum: Italia es un país conservador -el 'Gatopardo' de Tomasi de Lampedusa lo relata egregiamente-, con solo puntuales ramalazos revolucionarios, se llamaran Masianello o Garibaldi.

REFORMA LABORAL

Desde el 2013, el Gobierno de los cuarentañeros presenta como balance la reforma del mundo laboral, que ha precarizado el puesto fijo privado, pero ha permitido el acceso laboral indefinido a unas 200.000 personas. Ahora se comienza siempre como precarios y a medida que transcurre el tiempo se adquieren automáticas y mayores “tutelas laborales”.

Unos 200.000 precarios de la escuela, con decenios ejerciendo como sustitutos, han sido contratados definitivamente. El cambio impone sacrificios, a veces imposibles, porque los puestos asignados pueden estar a cientos de kilómetros de distancia de la propia vivienda.

El Ejecutivo de centroizquierda ha suprimido el IBI de las viviendas y ha introducido las bodas homosexuales (sin adopción de hijos). Ha aumentado los sueldos inferiores a 1.500 netos mensuales con 80 euros “de por vida” y deducibles. Ha concedido un bono a los recién nacidos, rebajado el IRPF para las viviendas en alquiler y aumentado un poco las tasas sobre las rentas financieras. A los jóvenes que cumplían 18 años en el 2016 les ha regalado 500 euros para gastar solo en productos culturales. “Propinas”, rebate la oposición. Se trata de 7.100 millones en rebaja de impuestos para las familias y de 8.300 millones menos para las empresas.

DEBERES PENDIENTES

Entre los deberes pendientes hay la reforma de la justicia, la disminución del IRPF y la construcción de 1.000 guarderías. También figura un plan definitivo para el sur, que en la Italia unificada ha sido siempre el hijo relegado de la familia y no solo por un despiste de Roma, sino porque los políticos meridionales han malgastado, o no gastado, los fondos que tenían a disposición. Simbólicamente, antes de Navidad Renzi inaugurará la autopista entre Salerno y Reggio Calabria, que se está construyendo desde hace la friolera de más de 30 años.

Desde poco después de la segunda guerra mundial, Italia ha sido un país políticamente inmóvil, por la imposibilidad de una alternancia política. Con la ayuda de planes Marshall y vetos estadounidenses al acceso al Gobierno del mayor Partido Comunista (PCI) a este lado del Muro de Berlín, en el país gobernó siempre la Democracia Cristiana (DC). Hasta que en 1989 cayó el Muro, se derrumbaron las llamadas “zonas de influencia” (de EEUU y de la URSS) y el PCI se transformó en PDS, después en DS y finalmente en PD, cada paso ha sido en busca de una nueva identidad que aún no ha encontrado.

“Nuestro país es conocido como el de los vetos, de los 'no, no se puede', pero las reformas se pueden hacer”, dijo Renzi al presentar el programa de los 1.000 días.