La nueva ronda de conversaciones entre representantes del régimen de Damasco y la oposición armada siria, que arrancó este lunes en Kazajistán, a duras penas ha logrado alcanzar los objetivos poco ambiciosos que se había planteado. En el comunicado final de la reunión, leído por el ministro de Exteriores kazajo, Kairat Abdrajmánov, los tres países que han apadrinado estas negociaciones -Rusia, Irán y Turquía- han tomado la decisión de "establecer un mecanismo para vigilar y asegurarse de la completa puesta en marcha del alto el fuego (pactado en diciembre) y para evitar toda provocación".

Los representantes rebeldes ya habían anunciado en la víspera que no acudían al hotel Rixos de Astaná -una cita en la que no estuvieron presentes de forma oficial la UE o EEUU- para hablar de temas políticos, rehusando a la vez mantener reuniones cara a cara con representantes del régimen de Bashar el Asad. Este martes, tras la difusión del documento final, han expresado sus reservas respecto al enunciado del mismo, planteando sus propios términos para un alto el fuego y exigiendo que no le sea concedido a Teherán ningún papel en una eventual transición política en el país.

EL PAPEL DE RUSIA

"Los rusos han pasado de ser una parte en el conflicto a ejercer esfuerzos para ser un mediador; y están encontrando muchos obstáculos en las fueras de Hizbulá, en Irán y en el régimen", ha declarado a los periodistas Mohamed Allush, de la representación insurgente. Allush ha enfatizado que esperaba la respuesta de Moscú, en un plazo de una semana, a su propuesta de cese de hostilidades, al tiempo que reiteraba su tajante negativa a permitir que Teherán, uno de los principales aliados del régimen de Asad, disponga de influencia en el futuro político del país.

Todo lo contrario que la delegación gubernamental, cuyo jefe de filas,Bashar Jafa'ari, ha calificado de "éxito" las conversaciones. "Finalmente, tenemos un documento consensuado en el que todo el mundo está de acuerdo", ha señalado, obviando las críticas de la oposición al documento.

Más allá de los problemas relacionados con el alto el fuego, el texto reiteró afirmaciones ya planteadas en anteriores rondas negociadoras. Los tres países constatan que "no existe solución militar al conflicto, que solo puede ser solucionado a través de un proceso político", continúa el texto. Todos ellos se comprometen a ejercer su influencia sobre los bandos que apoyan para "consolidar" la tregua.

Sobre el papel, Rusia e Irán respaldan al régimen, y Turquía a la oposición, pero las autoridades de Ankara han reordenado sus prioridades en el conflicto sirio a raíz de su acercamiento a Moscú. Ya no se centran en conseguir la salida del poder del presidente Bashar el Asad, acusado por las oenegés y los gobiernos europeos de graves crímenes contra la Humanidad, y se concentran en frenar la expansión de las milicias kurdas, que se han apoderado de una importante franja de terreno en el norte del país.