Nicolas Sarkozy aceptó ayer la dimisión de su primer ministro, François Fillon, y de todo su Gobierno, paso previo a la remodelación del Ejecutivo con la que quiere dar un nuevo impulso a su mandato a un año y medio de las presidenciales del 2012. El procedimiento elegido por el presidente desconcertó a propios y extraños. Después de meses de especulaciones --antes del verano el propio Sarkozy anunció un cambio en el Ejecutivo después de la reforma de las pensiones--, ayer noche despidió al que ha sido su primer ministro desde que llegó al Elíseo, en mayo del 2007, con un largo apretón de manos dejando abierta --hasta hoy-- la incógnita de si le renovará o no en el cargo.

El hecho de que no lo hiciera automáticamente, como es habitual cuando hay continuidad una vez cumplido el protocolo de la dimisión, lleva a pensar en un relevo en el palacio de Matignon, sede del primer ministro. Eso sería lo lógico si el jefe de Estado quiere ofrecer la imagen de cambio necesaria para hacer creíble un giro en su política.

Pero no se descarta que Sarkozy juegue con el efecto sorpresa hasta el último minuto y haga los cambios manteniendo a Fillon en el puesto, como sostiene el diario Le Monde. Accedería así a la petición de una gran mayoría de su partido. Y también al deseo de la opinión pública.

Los sondeos indican que la mayoría de los franceses quieren al frente del Gobierno al hombre cuya popularidad se sitúa 12 puntos por encima de la del presidente. Una encuesta reciente indica que Fillon ganaría en unas presidenciales a la primera secretaria socialista, Martine Aubry, y que Sarkozy perdería.

UN VALOR EN ALZA Sarkozy tiene razones suficientes tanto para renovar a Fillon como para sustituirle. Si lo hace, será criticado por prescindir de un valor en alza, si no lo hace será atacado por dar una imagen de continuidad tras las protestas sociales por la reforma de las pensiones. El ministro de Ecología, el centrista Jean-Louis Borloo, es el mejor situado para dar una imagen más social al Gobierno.

En las quinielas también aparecen varios jóvenes leones del Gobierno y del partido, como el ministro del Presupuesto, François Baroin. Próximo al expresidente Jacques Chirac y al ala gaullista del partido, la operación permitiría a Sarkozy amortiguar el daño de una eventual candidatura del exprimer ministro Dominique de Villepin. Antiguo villepinista, el ministro de Agricultura, Bruno le Maire, reúne también el perfil. La popular ministra de Economía, Christine Lagarde, muy apreciada en la escena internacional, ha aparecido también como posible candidata, y en menor medida la titular de Justicia, Michele Alliot Marie, o el titular de Educación, Luc Chatel.