Tan solo 48 horas después de que los últimos atletas olímpicos abandonasen la cidade maravilhosa, la clase política de Brasil reabrió las hostilidades con la reanudación del juicio político o impeachment contra la presidenta apartada, Dilma Rousseff. Precisamente, la líder del Partido de los Trabajadores (PT) advirtió el miércoles durante un acto en Brasilia que el proceso contra su mandato nunca se detendrá ya que, en efecto, se trataría de una «farsa» tejida por la «élite brasileña» con el único objetivo de «enterrar las conquistas sociales» de las últimas décadas y iniciar «privatizaciones masivas» en sectores clave de la industria petrolífera y energética.

Lo cierto es que el juicio político contra Rousseff ha ido perdiendo fuerza con los meses y es muy posible que el temido «golpe suave» jamás llegue a ejecutarse.

Según el diario O Estado de Sao Paulo, los senadores partidarios de la destitución definitiva de Rousseff estarían muy lejos de sumar los 54 votos necesarios, es decir, una mayoría de dos tercios de los 81 miembros de la Cámara Alta. Por el contrario, apenas 48 de ellos se habrían manifestado a favor mientras que 18 estarían totalmente en contra y otros 15 se mantendrían en estos momentos en la indecisión. El próximo lunes Rousseff acudirá al Senado para explicar porqué firmó los polémicos decretos que le permitieron adelantar el pago de los costosos programas sociales sin pasar por el filtro del Congreso en pleno año electoral. Será entonces, en el plazo máximo de 48 horas, cuando se procederá a la votación definitiva.

Del resultado final de la votación dependerá la pervivencia o fallecimiento de un modelo político, económico y social que permitió a Brasil abrirse un lugar de honor en el club de las grandes potencias. H