Si bien los coches bomba son el arma más letal del Estado Islámico en Sirte, el nivel de preparación de sus combatientes está superando con creces las expectativas de las fuerzas libias. Médicos sobre el terreno mostraban su sorpresa ante el elevado número de pacientes que ingresan con un impacto de bala en el cuello.

Los francotiradores saben que un tiro en la cabeza o en el pecho no es necesariamente mortal. Tampoco lo es en la garganta pero, en el caso de que el herido sobreviva, quedará parapléjico y no podrá volver a combatir.

TRAMPAS EN LAS CAMAS Y LOS CUARTOS

Las bombas trampa dejadas atrás ante el avance del enemigo constituyen otra de las pesadillas. Camas y cuartos de baño en casas abandonadas son dos de los lugares preferidos para instalar explosivos que detonan por simple presión, o por la acción de un hilo de pesca en los márgenes de una puerta.

Asimismo, la enorme escombrera en la que se ha convertido Sirte tras tres meses de combates constituye el lugar ideal para esconder bombas caseras que detonan al paso de furgonetas y blindados de las fuerzas libias.

GUERRILLA URBANA

Estas tácticas de guerrilla urbana en las que el EI ha demostrado auténtica maestría están detrás del medio millar de muertos en las filas del enemigo desde el inicio de la operación. Sin embargo, los yihadistas se han mostrado completamente ineficaces a la hora de ganarse a la población local para construir un entorno afín que les permita crecer.

En Sirte se han comportado como en Irak o en Siria, o como ya lo hiciera Al Qaeda en la región suní de Anbar, en Irak, durante la pasada década.

Los castigos, desde latigazos por escuchar música hasta las 49 ejecuciones documentadas por “crucifixión”; los robos y saqueos, o la falta de asistencia médica han hecho que dos tercios de los 80.000 habitantes de Sirte huyeran de la ciudad desde la llegada del EI.

El centro de gravedad de todo movimiento insurgente es su conectividad con la población local, y ese ha sido el principal error estratégico de los yihadistas.