Las elecciones de ayer en Suecia han dibujado un panorama político poco claro. Aunque menos de lo pronosticado por los sondeos, el auge del populismo anti-inmigración de Demócratas Suecos (SD), que consiguió el 17,6% de los votos, ha debilitado aún más los dos principales partidos, socialdemócratas y conservadores, que ven como la formación de gobierno se complica. Así la victoria se dirimirá en los despachos.

Como viene haciendo desde 1917, el Partido Socialdemócrata del primer ministro Stefan Löfven volvió a ser la fuerza más votada del país. Sin embargo, el 28,4% obtenido es su peor resultado histórico. Al otro lado, el Partido Moderado también mejoró los pronósticos para hacerse con el 19,8% de los votos y mantener su segunda posición. Ambos partidos lideran dos coaliciones, la del centro-izquierda y la del centro-derecha, con 144 y 143 escaños respectivamente, un ajustado resultado que condicionará la legislatura. Teniendo en cuenta que la mayoría necesaria es de 175 escaños todo hace pensar en que el próximo gabinete gobernará en minoría.

Aunque tras conocer los resultados el líder socialdemócrata aseguró que estos certificaban “la muerte de la política de bloques” en Suecia, esta mañana ha invitado a la oposición a empezar las negociaciones para iniciar una “cooperación entre bloques” que dé forma al nuevo ejecutivo sueco. Sin embargo, La Alianza formada por conservadores, liberales, cristianodemócratas y miembros del partido de centro agrario, se ha negado a ello, pidiendo a Löfven — quien insiste en liderar el nuevo gobierno — que dimita antes de sentarse a negociar.

El líder de los conservadores, Ulf Kristersson, aseguró que también quería intentar formar gobierno pero para ello necesitaría pactar con la ultraderecha, rompiendo así con el consenso fijado para dar la espalda al SD. Teniendo en cuenta que liberales y centristas ya han descartado esa opción — y sin ellos los números no dan —, los expertos ven como improbable que se produzca. “Están frente a un dilema: ¿rompen su promesa de no pactar con los ultras o rompen la de echar al primer ministro?”, explica Nicholas Aylott, profesor de ciencia política en la Universidad de Södertörn al diario ‘The Local’.

¿PACTO ENTRE BLOQUES?

La negativa de los conservadores ilustra la dificultad y los juegos de equilibrios que ambos bandos deberán hacer para arrancar el nuevo curso político. Aunque a diferencia de sus vecinos nórdicos, los partidos mayoritarios suecos han descartado hasta ahora pactar con los euroescépticos y anti-inmigración su mejora en las urnas les permitirá influenciar a las dos alianzas. “Hemos fortalecido nuestro papel. Vamos a ganar influencia real sobre la política sueco”, celebro ayer el líder de SD, Jimmie Åkesson, quien aseguró que todo posible apoyo deberá pagarse con medidas a su gusto.

Este miércoles se recontarán las 200.000 papeletas del voto exterior, un factor que puede ajustar aún más la balanza. Antes, el presidente del parlamento sueco hablará con los líderes de los partidos más votados para que se inicien las negociaciones para formar gobierno. Pactar un ejecutivo en mayoría o una minoría con acuerdos de estabilidad externos puede alargarse varias semanas. “Creo que, en esas circunstancias, lo más plausible es que los liberales y centristas terminen tolerando un primer ministro socialdemócrata”, asegura Aylott.

En los últimos cuatro años socialdemócratas y verdes gobernaron en minoría con el apoyo de los poscomunistas. Aún así necesitaron pactar con La Alianza e incluso con la ultraderecha para pasar los presupuestos y evitar así una moción de censura. A cambio, el ejecutivo aumentó las restricciones en supolítica de asilo. El SD tiene ahora más fuerza para seguir condicionando la agenda política sueca.