Europa tiene claro que el futuro del continente pasa por el desarrollo tecnológico en infraestructuras y sistemas de comunicación. La Agenda Digital Europea, la directiva del mercado único digital, el sistema de posicionamiento global Galileo y otras tantas iniciativas van en esa misma dirección para situar al continente en condiciones de competir tecnológicamente con Estados Unidos y China, máxime cuando aumentan los recelos de los líderes europeos ante el actual presidente de EEUU, Donald Trump.

Siete países, España, Francia, Alemania, Portugal, Italia, Luxemburgo y Holanda, suscribieron el pasado 23 de marzo una declaración en Roma en apoyo de la llamada iniciativa EuroHPC, un compromiso para conseguir al menos dos superordenadores europeos de muy alta capacidad antes del 2022 y desarrollar las grandes infraestructuras de telecomunicaciones para industrias y centros de investigación.

POR ENCIMA DE LA CAPACIDAD HUMANA

Entre los centros bien posicionados ellos estaría el Barcelona Supercomputing Center (BSC) con su superordenador MareNostrum 4, que se inauguró el pasado jueves y cuyas capacidades ya están en el umbral que prevé el proyecto, de máquinas muy por encima de la capacidad humana, la llamada exascala, capaz de multiplicar por mil las prestaciones de los ordenadores actuales. “En diez años hemos conseguido hacer en un día lo que antes se tardaba un año”, destaca Mateo Valero, director del BSC.

“EuroHPC es un proyecto que si Europa se toma en serio puede ser de los que tengan más recorrido”, ha explicado este martes la secretaria de Estado de investigación Carmen Vela en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Vela constató la necesidad de la inversión pública dada la ausencia de interés privado en Europa por desarrollar 'hardware', como sí hacen empresas estadounidenses como IBM o Google. “Es paradójico, en Europa hacemos aviones supersónicos, pero no superordenadores”, señaló, según Europa Press.

TECNOLOGIA PARA SER LIBRES

El MareNostrum, en el que España ha invertido 34 millones de euros y que ya va por su cuarta formulación -porque los superordenadores son infraestructuras que se van renovando y cuyo valor radica en el diseño de sus chips y su arquitectura-, será uno de esos centros capaces de desarrollar estas tecnologías avanzadas, y aspira a convertirse en la referencia al menos en el sur de Europa.

“Estamos en condiciones de liderar el desarrollo de chips de alta velocidad para la Agencia Espacial Europea, los coches sin conductor, y el internet de las cosas. Si queremos ser libres y no depender de los estadounidenses, hay que apostar por desarrollar tecnología propia y desarrollar chips que nos hagan libres”, señala Mateo Valero, director del Barcelona Supercomputing Center, que anda estos días buscando acuerdos con otros centros para trabajar conjuntamente.

A LA ZAGA DE CHINA

En un momento en que China se mantiene en las posiciones de cabeza del ránking de superordenadores, el investigador considera que Europa tiene una oportunidad para ser tan buenos como ellos y para proteger la innovación de las empresas europeas. “Se criticó la creación de Galileo porque ya existía el GPS y ahora se ve que puede servir para ir más allá y para proteger las infraestructuras europeas en caso de conflicto”, añade.

El desarrollo de la supercomputación también permitirá potenciar áreas de la industria en el desarrollo de nuevos materiales, fármacos, biotecnología, energía, seguridad o comunicaciones.