Lleva quince años en la primera línea política. “Un par de manos seguras”, se dice de Theresa May, a quien ya comparan con Angela Merkel. Una mujer seria, plenamente dedicada a su trabajo, de melena cana y aspecto austero, cuya única perversión aparente es una colección de zapatos con pintas de leopardo, más propios de un cabaret que del Ministerio del Interior.

May es la responsable que más tiempo ha servido en esa cartera en la historia británica. La asumió en mayo del 2010 y hasta hoy. Ahora, cumplidos los 60 años, cree que ha llegado el momento de dar el gran salto.

Su carrera comenzó rellenando sobres con propaganda conservadora en su asociación local, antes de convertirse en concejala en 1986 por el distrito de Merton. Al Parlamento llegó once años más tarde y fue la primera mujer presidente del partido Tory en el 2002.

Como responsable de Interior ha tenido que desafiar el extremismo islámico. Deportó a Estados Unidos al imán radical Abu Hamza y negoció con Jordania la extradición de Abu Qatada, después de dos décadas de intentos fallidos. May se ha enfrentado a la poderosa Federación de la Policía, ha abierto investigaciones históricas de abusos a menores. También ordenó la polémica investigación sobre el asesinato de Alexander Litvinenko.

PAPEL CRUCIAL

La candidata no ha podido sin embargo reducir el número de inmigrantes que entran en el Reino Unido, una promesa electoral rota por el gobierno Cameron, que ha jugado un papel crucial en el referéndum. En la consulta apoyo la permanencia, sin entusiasmo. “Europa es mejor para la seguridad nacional”, se limitó a decir.

Apenas hizo campaña para no dañar sus posibilidades de liderazgo. Esas posibilidades eran muchas antes de que Johnson renunciara. Las encuestas le daban una sustancial ventaja. Ahora con Gove la batalla está mucho más reñida.