La diplomacia estadounidense llega a Asia con la cuestión norcoreana encabezando el orden del día. El titular habría servido en las últimas dos décadas, epítome del pertinaz fracaso de la primera potencia mundial frente a un diminuto y empobrecido país del Extremo Oriente. El viejo problema viene agravado estos días por el cabreo chino ante el escudo antimisiles, el sainete político surcoreano y otras varias convulsiones en el continente. Se antoja una misión homérica para el secretario de Estado, Rex Tillerson, tres meses después de abandonar la presidencia ejecutiva de la multinacional petrolera Exxon y sin pedigrí diplomático.

“Es importante reconocer que los esfuerzos diplomáticos y políticos de los pasados 20 años para desnuclearizar Corea del Norte han fracasado”, ha admitido el jueves Tillerson. “En este contexto de amenazas crecientes está claro que necesitamos una estrategia nueva”, ha añadido en Tokyo, primera escala de un viaje que le llevará a Corea del Sur y China.

La única certeza es que urge algo nuevo, el resto son dudas. Las alternativas oscilan entre eliminar al líder norcoreano y que Trump comparta una hamburguesa con él. Los rumores sobre un ataque preventivo con misiles sobre las instalaciones nucleares norcoreanas o palacio han aumentado en las últimas semanas. La opción fue rápidamente desestimada por gobiernos estadounidenses más ortodoxos que el actual por su carácter suicida ya que Pyongyang conservaría la capacidad de destruir la vecina Seúl con centenares de misiles ordinarios. Se entiende que Corea del Sur entre en pánico ante la mención del plan. Otra opción, igualmente heterodoxa pero mucho menos dañina, es que Trump cumpla su intención electoral de reunirse con Kim Jong-un para resolver las diferencias. Con una hamburguesa de por medio, aclaró Trump. Es la primera vez en veinte años que los líderes norcoreanos lidian con alguien en Washington tan o más impredecible que ellos.

PRESIÓN A PEKÍN

La única estrategia concreta de la Administración Trump hasta ahora, tan trillada como estéril, es presionar a Pekín para que embride a Pyongyang. Los expertos hace años que insisten en la falta de influencia china para detener los desmanes norcoreanos.

De este viaje no saldrá ninguna acción concreta, aclaró elDepartamento de Estado en la víspera, sino solo conversaciones sobre cómo gestionar la amenaza. El comunicado es compatible con el perfil bajo de la visita. Tillerson vuela acompañado de apenas un periodista de la misma cuerda y sus intervenciones públicas se reducirán a una rueda de prensa. Para el recuerdo quedan las nutridas comitivas de prensa, las visitas a platós televisivos y el desbordante boato de su predecesora, Hillary Clinton.

Tillerson ha subrayado hoy que la colaboración de los aliadosserá "indispensable" en la resolución del problema norcoreano. La frase esconde más enjundia de la que aparenta. Seúl y Tokyo siguen a la greña por el irritante relativismo japonés sobre los centenares de miles de mujeres que obligó a prostituirse durante sus aventuras imperialistas en el continente y Washington desearía que dedicaran sus energías en combatir el mal común. También es probable que Tillerson pensara en el compromiso firmado con Corea del Sur para desplegar el escudo antimisiles y que Pekín pretende romper con sus castigos económicos.

POLÉMICO ESCUDO ANTIMISILES

El polémico escudo será el principal tema de Tillerson cuando llegue a Seúl el viernes. Encontrará un país aún convulsionadopor la reciente decisión del Tribunal Constitucional queexpulsaba de la presidencia a Park Geun-hye tras meses de protestas masivas. Será recibido por Hwang Kyo-ahn, quien preside temporalmente el Gobierno a la espera de unas elecciones que, según todas las encuestas, ganarán los partidarios de una línea más suave con Pyongyang y de volver a discutir el escudo.

El sábado espera el plato principal en Pekín. La agenda descarta el asueto. Tillerson y sus anfitriones prepararán la histórica cumbre de Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, enFlorida el mes próximo. No es probable que en Pekín se le reciba con las flores de Tokyo y Seúl. Aquí aún se recuerda que Tillerson exigió meses atrás que se impidiera el acceso chino a las islas artificiales que levanta en las convulsas aguas. El escudo será un punto de fricción sin resolución posible. Pekín lo ve como una amenaza a su seguridad a pesar de las promesas estadounidenses de que sólo controlará a los misiles norcoreanos. La prensa oficial ha alertado de que espoleará una carrera militar en el continente recordando los precedentes de escudos en el Este de Europa.

China y Estados Unidos comparten los desvelos por la amenaza norcoreana pero divergen en la búsqueda del culpable. El ministro de Exteriores chino, Wang Li, alertó la semana pasada en una expresión inusualmente cruda para los estándares diplomáticos chinos de que Estados Unidos y Corea el Norte se dirigían hacia un inevitable “choque frontal” por su mutua irresponsabilidad.