Donald Trump se ha sacado un nuevo conejo de la chistera para tratar de controlar el desastre de relaciones públicas que ha supuesto la ruptura de familias inmigrantes en la frontera. Se llama Melania Trump. La primera dama ha viajado por sorpresa a varios centros de internamiento en el sur de Tejas donde se aloja a parte de los 2.300 menores separados de sus padres, una maniobra que pretende lavar la imagen de una Administración a la que se acusa de actuar con extrema crueldad y en contra de los valores estadounidenses. El viaje de Melania llega solo un día después de que el presidente firmara a regañadientes un decreto para interrumpir la separación de familias indocumentadas, a pesar de que su retórica no ha cambiado. Entre otras cosas ha dicho que los centros de acogida son los más «agradables que nunca se haya visto».

No está claro si se refiere a las jaulas gestionadas por la Patrulla de Fronteras, donde los niños pasan los primeros tres días tras ser separados de los suyos. Al nuevo campamento de tiendas de campaña rodeado de alambradas que se ha levantado en pleno desierto cerca de El Paso. O al centenar de centros de internamiento subcontratados por el Gobierno federal donde hay actualmente más de 12.000 menores -la mayoría llegaron solos a la frontera-- y donde esperan también muchos de los niños separados de sus padres, centros que en algunos casos tienen un largo historial de abusos.

«Todos sabemos que están aquí sin sus familias y os quiero agradecer vuestro duro trabajo, vuestra compasión y la amabilidad con la que les estáis tratando en estos momentos difíciles», ha dicho Melania a los trabajadores de uno de esos refugios de acogida. Este tiene solo a 58 niños internados. Hay otros con capacidad para varios miles de menores. Melania ha preguntado en qué estado se encuentran cuando llegan al centro. «Muy desconsolados», le ha respondido una trabajadora, antes de añadir que «empiezan a tranquilizarse» cuando conocen el entorno y ven que hay muchos otros niños.

Tanto Melania como Ivanka, la hija del presidente, fueron aparentemente cruciales para que Trump diera marcha atrás en la separación de los niños en la frontera, uno de los elementos de su política de «tolerancia cero», concebida para disuadir la llegada de familias sin papeles.

Aunque Trump ordenó la reunificación de las familias separadas, sigue desviando la atención de lo ocurrido. Ayer volvió a responsabilizar a los demócratas de la crisis por negarle los fondos para sellar la frontera. Les ha llamado «extremistas» y dijo que solo quieren «fronteras abiertas». También se cebó con México. Dijo que lo único que hace es «quedarse nuestro dinero y mandarnos drogas».