Estados Unidos ha lanzado el primer ataque militar directo contra el gobierno de Siria desde el inicio de la guerra hace seis años. Dos destructrores de la Marina estadounidense dispararon durante la pasada madrugada más de medio centenar de misiles Tomahawk contra una base aérea siria en la provincia de Homs en respuesta al reciente ataque con armas químicas atribuido al régimen de Asad. El ataque es un serio mensaje al gobierno de Damasco y abre un capítulo incierto en el tortuoso conflicto que desangra a la región. Hasta ahora en Siria, el Pentágono, que ya ha facilitado las primeras imágenes del bombardero, solo había conducido operaciones contra los yihadistas del Estado Islámico.

Poco después de que los medios estadounidenses informaran de la ofensiva, el presidente Donald Trump compareció ante las cámaras para leer un comunicado. “Esta noche he ordenado un ataque militar contra la base aérea en Siria desde la que se lanzó el ataque químico”, ha dicho desde su residencia de Mar-a-Lago, adonde se trasladó el jueves para mantener su primera toma de contacto con el presidente chino, Xi Jingping. Se refería a la infamia que mató esta semana a un mínimo de 80 civiles sirios en la provincial de Idlib. “Es vital para los intereses nacionales de EE UU prevenir y frenar la expansion y el uso de armas químicas letales”. El mandatario también ha pedido unidad a “todas las naciones civilizadas” que se unan a su país “para acabar con la carnicería y el derramamiento de sangre en Siria”.

El salvo de Tomahawk, los mismos misiles que abrieron la primera guerra del Golfo en 1991, comenzó alrededor de las 4.45 de la madrugada en Siria (3.45 en España). Un total de 59 misiles de crucero se precipitaron sobre la base aérea de Shayrat, una instalación no demasiado grande pero sí de un valor simbólico importante, porque es desde allí, según el Pentágono, desde donde partieron los aviones que habrían bombardeado con gas sarín la población de Jan Sheijoun. El objetivo fueron las rampas de despegue, los aviones y los puntos de abastecimiento de la base.

Washington consultó la operación con algunos de sus aliados e informó al ejército ruso de sus intenciones antes de que comenzara la lluvia de misiles, según ha informado el Pentágono. "Los estrategas militares tomaron precauciones para minimizar el riesgo para el personal ruso y sirio en el aeródromo", aseguró el capitán Jeff Davis. Durante la presidencia de Barack Obama, el temor a un error de cálculo que pudiera desatar una confrontación directa con Rusia, fue uno de los factores que esgrimió su Administración para justificar su pasividad hacia el régimen sirio. Además del apoyo de Moscú, que tiene en las costas siria su única base marítima en el Mediterráneo, Damasco cuenta con el apoyo militar de Irán y la guerrilla libanesa de Hizbulá.

Hace tres años, cuando Obama se enfrentó al mismo dilema y acabó ignorando la 'línea roja' que él mismo había trazado a cambio de un acuerdo con Rusia para que Siria se deshiciera de sus armas químicas, Trump se opuso al bombardeo sobre Siria. Pero ahora todo ha cambiado. El presidente ha reconocido que le impactaron enormemente las imágenes de los niños sirios asfixiándose con el gases tóxicos prohibidos por las convenciones internacionales. "Usando un agente nervioso letal, Asad asfixió las vidas de hombres, mujeres y niños indefensos. Fue una muerte lenta y brutal para muchos. Incluso preciosos bebés fueron cruelmente asesinados en este ataque bárbaro. Ninguna criatura de Dios debería sufrir nunca tal horror", ha dicho en su comparecencia ante la prensa.

No es lo único que ha cambiado. En solo unas horas, su Administración ha pasado de decir que ya no consideraba la marcha de Asad como una prioridad, a todo lo contrario. Pocas horas de que comenzara el ataque, el secretario de Estado, Rex Tillerson, ha asegurado que "hay pasos en marcha" para destronar al dictador sirio con el esfuerzo de la coalición liderada por EE UU. "Con los actos que ha llevado a cabo, podríamos decir que no hay lugar para que gobierne a los sirios". De ese modo se vuelve a la casilla de salida. La cuestión ahora pasa por saber si este primer ataque localizado y puntual tendrá continuidad, así como si verdaderamente Washington pretende derrocar al régimen sirio, algo que todas las partes del conflicto han sido capaces de hacer en seis años de guerra.

Por el momento, Tillerson ha dicho que este ataque no representa un giro significativo de la política estadounidense en Siria. "Esto indica claramente que el presidente está dispuesto a tomar acciones decisivas cuando es necesario. De ningún modo lo extrapolaría como un cambio en nuestra política o postura relativa a nuestras acciones militares en Siria".

Pero lo cierto es que 60 Tomahawks le han bastado a Trump para romper con el tabú de Obama, que se negó a tocarle un pelo a Asad y sus esbirros. Y el mensaje del republicano se hace además extensivo a otros enemigos geopolíticos de su Administración, desde Corea del Norte a Irán. El hombre que no quería ser el policía del mundo ha disparado a las primeras de cambio.