Una tarde en Vietnam ha bastado para entender qué mundo quieren Estados Unidos y China. Regresó el Donald Trump candidato, aquel que alertaba de los peligros de la globalización y prometía devolver las fronteras, las aduanas y los aranceles. Unos minutos después le relevaba en el atril Xi Jinping para dibujar un horizonte esplendoroso donde todos los pueblos avanzarán de la mano guiados por el libre comercio.

El Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) que se celebra en Danang expuso las paradojas del mundo de Trump: un país nominalmente comunista enarbola la tradicional bandera estadounidense. El millonario neoyorquino defendió, en cambio, que ese régimen solo ha empobrecido a su país. «Desde hoy, competiremos en condiciones iguales y justas, no dejaremos que nadie se aproveche de Estados Unidos nunca más», avanzó.

Trump juzga los tratados multilaterales como trituradoras de puestos de trabajo propios y propone relevarlos por acuerdos bilaterales en los que su poder de presión esté menos diluido. El presidente ofreció esos acuerdos a cualquier país que obedezca su dictado. «Pediremos a nuestros socios que cumplan las reglas como lo hacemos nosotros. Esperamos que los mercados se abran en la misma medida y que sea la industria privada, y no la planificacion oficial, los que dirijan la inversión directa», señaló.

Ocurre que los gobiernos consideran su fórmula bilateral menos apetitosa y sospechan que Trump asimila el comercio justo a una balanza equilibrada. La práctica totalidad de los países asiáticos tienen superávit con Estados Unidos por su simple naturaleza exportadora.

AMÉRICA PRIMERO

Fue el discurso de Trump una síntesis de su célebre «América primero»: hipernacionalismo, amargos reproches a la Organización Mundial del Comercio y al mundo en general por causar todos los males de la economía estadounidense y ningún atisbo de autocrítica. Su intervención dinamitó las posibilidades de recuperar la confianza en una zona que aún lamenta que jubilara el Tratado de Colaboración Transpacífica (TPP) cuando no había nacido. Ese acuerdo, cocinado durante cinco años por una docena de países, era el flotador en la crisis para los gobiernos de la zona. Estados Unidos ha dejado de ser un socio fiable desde entonces y China ha ocupado su rol.

Aquella decisión fue un error «desastroso» porque mitigó la influencia económica de Estados Unidos en la región, certifica Jonathan Sullivan, director del Instituto de Políticas Chinas de la Universidad de Nottingham. «Retiene su presencia estratégica, especialmente por su alianza con Japón, pero China está aplicando eficazmente la política del palo y la zanahoria para aprovechar la debilidad estadounidense», explica Sullivan.

Frente al egoísmo de Trump, Xi animó a todos a «subirse al tren rápido del desarrollo chino». El presidente, que en tiempos de Obama fue descrito como «el más rojo entre los rojos», volvió a erigirse en el salvador en los tiempos oscuros del proteccionismo. Defendió el libre mercado, la globalización, las fronteras abiertas y el resto del arsenal léxico con el que Washington ha regido el mundo en el último siglo. Pekín ha apadrinado en los últimos años iniciativas ambiciosas como la Nueva Ruta de la Seda o el Banco de Infraestructuras e Inversiones Asiáticas y Xi llegó este viernes a Vietnam con la flexibilización de su sector financiero para apuntalar su discurso.

LIBRE COMERCIO

La glorificación china del libre comercio choca con la realidad interna. Pekín impone restricciones a la entrada de agentes extranjeros en muchos sectores y su economía está altamente intervenida a través de políticas crediticias y subsidios.

China ocupa el puesto 59 de 62 países en la lista sobre apertura a la inversión externa de la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económica. Pero la opción china, aún con todas sus taras y limitaciones, sonó más atractiva a la audiencia de empresarios que se juntaron en Danang que el rancio proteccionismo de Trump.

El presidente estadounidense partirá hoy hacia Filipinas para asistir en Manila a la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), en la que será la quinta y última etapa de su periplo por Asia.