Mismos mensajes, muy distinto tono. Donald Trump ha ofrecido este martes su primera intervención ante una sesión conjunta del Congreso, una especie de discurso sobre el Estado de la Unión, y aunque ha reiterado muchas de las ideas y propuestas que lanzó en campaña o en su toma de posesión y que ha mantenido e impulsado en sus 40 primeros días en la Casa Blanca, por primera vez ha dado muestras de contención retórica y una imagen “presidenciable” que llegó a parecer imposible.

Los elementos de la agenda que ha planteado Trump este martes son ya de sobra conocidos: el “América primero”, el refuerzo de las fronteras y de la lucha contra la inmigración ilegal, la aplicación a rajatabla de la ley y el orden, la revocación y el reemplazo de la reforma sanitaria de Barack Obama, el fin a los tratados delibre comercio, la exigencia a aliados de que aporten más económicamente a organizaciones como la OTAN... Pero esta vez no ha usado como en su toma de posesión términos como “carnicería” para definir la situación del país. En cambio, ha regado su discurso de palabras como “optimismo”, “sueños”, “esperanza” y “unidad“. “El tiempo de pensar en pequeño se acabó”, ha dicho, como en prácticamente toda la hora del discurso leyendo del teleprompter. “El tiempo de peleas triviales quedó atrás. Necesitamos solo el valor de compartir los sueños que llenan nuestros corazones”.

REINICIAR TRAS 40 DÍAS

El discurso bien puede verse como un intento de apretar el botón de reiniciar tras poco más de cinco semanas que han estado marcadas tanto por la división del país como por su intensa actividad ejecutiva, así como por caos dentro de su Administración y reveses, como el freno de los tribunales a su veto a refugiados e inmigrantes de siete países de mayoría musulmana. La frialdad con la que los demócratas han reaccionado durante buena parte de su intervención, no obstante, deja claro que harán falta más que palabras.

Horas antes del discurso, en un encuentro con periodistas políticos de televisión, Trump había dado muestra de un potencial giro radical en su política migratoria, abriendo las puertas a una negociación bipartidista para reformar la ley y abrir el camino hacia la regularización, aunque no la ciudadanía, de millones de inmigrantes indocumentados en EEUU. Ante el Congreso, ha reiterado la idea de que demócratas y republicanos pueden trabajar en esa reforma si el foco está en “mejorar los empleos y los sueldos para los estadounidenses, reforzar la seguridad de la nación y restaurar el respeto por nuestras leyes”. Y ha propuesto un sistema de inmigración “basado en méritos” similar al de Canadá o Australia.

La cautela con la que los demócratas y activistas reaccionan tiene lógica. Porque en el discurso Trump también ha puesto el foco en los crímenes cometidos por inmigrantes sin papeles, con familiares de tres de esas víctimas entre los invitados que se han sentado con la primera dama, y ha recordado que ha solicitado al Departamento de Seguridad Nacional que cree una oficina para atender a las víctimas de esos crímenes.

El momento más emotivo del discurso se ha vivido cuando Trump ha hablado de otra de sus invitadas, Carryn Owens, la viuda de un SEAL fallecido en la primera operación que el presidente autorizó enYemen, que ha sido reconocida con una larguísima ovación. Las lágrimas y los aplausos, no obstante, no eliminan las dudas que esa misión ha despertado y el padre del militar fallecido ha sido crítico con el presidente, le ha pedido que no use a su hijo y ha cuestionado la velocidad con que aprobó la operación.

POCOS DETALLES

En el discurso Trump no ha dado detalles de cómo piensa llevar adelante su agenda pero ha hecho algunos guiños a los líderes republicanos en las cámaras. El más interesante de cara al trabajo legislativo que tienen por delante ha sido el respaldo que ha dado a parte de la propuesta de Paul Ryan para reemplazar Obamacare, apoyando la idea de ayudar a los ciudadanos con subsidios fiscales para hacerse con seguro médico, una idea que rechazan los republicanos más conservadores.

Trump ha prometido también grandes inversiones en infraestructura y ha renovado su compromiso de incrementar el presupuesto de Defensa y reforzar la lucha contra el Estado Islámico. Y ha vuelto a defender el veto a refugiados e inmigrantes musulmanes que le han frenado los tribunales, enmarcándolo en la lucha contra el terrorismo radical islámico (una expresión que le ha desaconsejado usar su nuevo asesor de seguridad nacional, el general H. R. McMaster, pero que de momento no excluye de su vocabulario). “No podemos permitir que nuestra nación se convierta en un santuario para extremistas”, ha dicho el presidente, usando astutamente el mismo término, santuario, con que se denominan las ciudades que protegen a inmigrantes.