El pulso que mantienen el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, sube de intensidad cada día que pasa. Erdogan anunció ayer que Turquía «boicoteará los productos electrónicos estadounidenses», medida económica de represalia que sucede a la subida de los aranceles impuesta la semana pasada por Washington al acero y aluminio turco y que ha provocado una caída en picado de la lira -este año ha perdido el 40% de su valor- y una fuerte sacudida en la economía del país euroasiático. El Gobierno turco intenta como puede frenar la depreciación de su moneda. «Si ellos tienen iPhone, en el otro lado hay Samsung», declaró desafiante el mandatario turco en un discurso televisado ante los miembros de su partido, el gobernante AKP.

La crisis entre Turquía y EEUU estalló la semana pasada ante la negativa de Ankara de poner en libertad al pastor evangelista Andrew Brunson, en arresto domiciliario y acusado de «terrorismo» por la justicia truca por haber supuestamente colaborado en el fallido golpe de Estado contra Erdogan en el verano del 2016. Las autoridades turcas relacionan a Brunson con el predicador islamista Fethullah Gulen, a quien el mandatario turco acusa de ser el instigador del pronunciamiento militar y que reside en EEUU. Turquía ha pedido desde hace tiempo sin éxito su extradición.

SITUACIÓN INQUIETANTE

Algunos medios estadounidenses publicaron la semana pasada que un grupo de abogados próximos al Gobierno turco ha solicitado a un tribunal de la ciudad turca de Adana que dicte una orden de detención contra militares estadounidenses de Incirlik, sede de una base de EEUU de gran valor estratégico en Turquía, por haber participado en el golpe de Estado. Entre los militares mencionados por los letrados está Joseph Votel, comandante de las fuerzas estadounidenses en Oriente Próximo. A pesar de este estado de alta beligerancia entre los dos socios de la OTAN, el secretario de Defensa de EEUU, Jim Mattis, aseguró que las relaciones entre los militares de ambos países no han cambiado. «Seguimos trabajando en estrecha cooperación», declaró recientemente. Para el antiguo comandante de las fuerzas de la OTAN, James Stavridis, la situación es inquietante. «Perder Turquía sería un error geopolítico monumental», señaló. Erdogán ya ha advertido a Trump que el Gobierno de Ankara podría buscar «otros aliados».

Las noticias económicas son mejores que las del lunes. Gracias a las medidas que ha impuesto el Banco Central de Turquía en las últimas horas, el desplome de la lira turca registrado durante la última semana parece haberse frenado. La moneda turca ganó ayer por la mañana en pocas horas un 8 %, colocándose alrededor de las 7,5 liras por euro y 6,5 por dólar, valores cercanos a los que mantuvo durante el fin de semana pasado. Recuperó así prácticamente todo el territorio perdido la mañana del lunes, cuando se llegaron a cambiar ocho liras por un euro y siete por un dólar, las marcas más bajas de la divisa turca desde la reforma monetaria de 2005.