La justicia de Turquía ha condenado este miércoles a 31 militares a cuatro cadenas perpetuas cada uno, acusados de haber intentado, durante el fallido golpe de Estado del año pasado, asesinar al presidente del país, Recep Tayyip Erdogan.

Los soldados, que según las autoridades turcas pertenecen a la cofradía del clérigo Fethullah Gülen -el autor intelectual del golpe, acorde a la versión oficial turca-, fueron los encargados de, esa noche, ir a por Erdogan, que se encontraba de vacaciones.

Entraron, armados, en el hotel donde el presidente se hospedaba en la ciudad de Marmaris, en la región del Egeo. Erdogan, sin embargo, gracias a un chivatazo a última hora, pudo fugarse.

De este mismo grupo de militares, además de los condenados a cadena perpetua, otros dos soldados han sido sentenciados a 18 años de cárcel, y uno ha sido absuelto. Pero la cuestión, para ellos, no se acaba aquí: muchos también están pendientes de ser juzgados en otros casos relacionados con la intentona, a causa de la cual, en la noche del 15 de julio del 2016, murieron 250 civiles, sobretodo en Estambul y en la capital, Ankara.

Excesiva hostilidad

Durante la última vista de este juicio, los condenados, ante sus últimas palabras, dijeron que la acusación, durante todo el proceso, procedió con «excesiva hostilidad» y que, por lo tanto, «no han podido tener un juicio justo».

Desde el golpe de Estado, la policía turca ha detenido a 50.000 personas, acusadas de estar relacionadas con la intentona: militares, funcionarios, académicos, profesores, administrativos, periodistas y, por supuesto, también policías. El Gobierno, además, ha despedido a 110.000 funcionarios por los mismos motivos.