“Bienvenidos al comando general de la milicia bolivariana”, se lee a la entrada del barrio 23 de enero de Caracas, uno de los territorios más chavistas de Venezuela donde, a la vez, la oposición triunfó en las elecciones legislativas del 2015 debido a la dispersión de las fuerzas de izquierda que se disputan la pureza revolucionaria.

Desde la módica altura de “el 23 de enero” se divisa la ciudad administrativa y la pudiente. “Mira hacia abajo. Este es el único país donde las damas de la alta sociedad se manifiestan en la calle”, se mofa Bárbara Martínez, candidata a constituyente por Alexis Vive, uno de los grupos autónomos conocidos como “colectivos” a los que la oposición califica sin matices de “paramilitares” o matones a sueldo del Estado.

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), les adjudica centenares de acciones violentas que ellos suelen definir de “autodefensa”. Martínez acepta resignada lo que llama “satanización de la burguesía” y por eso decidieron reformarse como “fundación” barrial, aunque no despejaron las sospechas. “Para la prensa somos terroristas, pero nada dicen de estos nuevos templarios que colocan artefactos explosivos o atentan contra redes eléctricas”, añade.

Estamos en el bloque 26 del barrio, en medio de un mercadito ilustrado con un mural que representa la “última cena” de Jesús en clave chavista. El que reparte los panes y tiene una aureola de santo sobre la cabeza es nada menos que el presidente de este país de la escasez, Nicolás Maduro. A ambos costados se encuentran Hugo Chávez, Simón Bolívar, Carlos Marx, Lenin, Mao, el Ché y el indio Gaicaiopuro de los Caribes que en el siglo XVI resistió a los españoles. “¿Paramilitares? Psicosis de los medios. No somos del Gobierno ni le otorgamos un cheque en blanco. Pero sabemos que si no nos organizamos, nos exterminarán”, dice Martínez. Ella ha terminado la educación secundaria y unas pocas materias de sociología. Los chicos la saludan al verla pasar. Los mayores también.

Los “colectivos” tienen una historia peculiar que incluye balaceras con la policía. Hay algunos como los Tupamaros, que tomaron su nombre de la guerrilla uruguaya de los 70, que forjaron vínculos formales con las autoridades. Otros, no tanto. Años atrás, otra formación, la 5 de Marzo, llegó a pedir la cabeza de Diosdado Cabello por la muerte de uno de sus líderes.

RECHAZO A UN DESARME

En muchas ocasiones han rechazado la posibilidad de un desarme. Se niegan a que los traten de bandas delictivas en la ciudad más peligrosa de Sudamérica. Martínez no quiere hablar de pistolas escondidas sino del trabajo comunal. El horizonte de Alexis Vive” es convertir al 23 de enero en una comuna que se autoabastezca. “Ya construimos un micro estadio de baloncesto, un estudio de TV y radio, tres panaderías y un taller de confección de ropa. Pronto tendremos un banco comunal con nuestra propia moneda que se llamará panal. ¿Tú crees que no tenemos enemigos en el Gobierno por lo que hacemos?”.

Los conocedores de este mundo en el que se mezcla la retórica guevarista, el cristianismo primitivo y un profundo odio de clase, aseguran que el Estado los financia por canales formales e informales, pero también los teme. Esas tensiones han quedado en suspenso en medio de la disputa entre el Gobierno y la oposición. Chávez los estimuló y tolero. Maduro los necesita. “No tengas dudas, seguiremos creciendo”, profetiza Martínez.