Tras el Brexit y la victoria de Donald Trump, el viento sopla definitivamente a favor de la ultraderechista Marine Le Pen. Además de beneficiarse de un contexto internacional marcado por el auge de los populismos, las sorpresas que ha dado la campaña electoral francesa le garantizan, de momento, estar en la segunda vuelta de las presidenciales el próximo 7 de mayo.

La presidenta del Frente Nacional confirma su liderazgo en cada sondeo sin necesidad de un gran despliegue mediático. Le basta con aprovechar los huecos que dejan sus rivales, cosechar los frutos del escándalo que lastra al candidato conservador, François Fillon, la división de la izquierda o la indefinición programática del centrista exministro de Economía Emmanuel Macron.

Ni siquiera las sospechas sobre empleos ficticios del FN en el Parlamento Europeo que investiga la justicia francesa le pasan factura. La última encuesta del Centro de Estudios Políticos de Sciences Po (Cevipof) sobre intención de voto la sitúa en cabeza en la primera ronda (23 de abril) con un 26% y un electorado fiel. El 74% de sus votantes está seguro de optar por Le Pen.

Su éxito descansa en un discurso dirigido a quienes se sienten víctimas de la globalización, abandonados por los sucesivos gobiernos y amenazados por el flujo de migrantes. El mismo tipo de población que en otros países europeos y en Estados Unidos exige mayores controles en las fronteras y se revuelve contra las élites.

Abanderada del pueblo, Le Pen quiere atraer a los desencantados de todo el espectro político y certificar el fin de un sistema cuyas debilidades “dejan espacio a las aventuras individuales que se sitúan deliberadamente al margen del eje izquierda-derecha”, en opinión del historiador y editorialista de Marianne, Jacques Julliard.

DINÁMICA AVENTURERA

En esa dinámica “aventurera” se inscribe el candidato centrista Emmanuel Macron. El líder del movimiento ‘En Marche!’ se beneficia también de la misma alineación de planetas que impulsa a Le Pen. Los dos han evitado pasar por un proceso de primarias y han visto caer a los adversarios más presidenciables -Nicolas Sarkozy, Alain Juppé, François Hollande y Manuel Valls- ampliando así su espacio político. Como Le Pen, Macron espera atraer a los votantes que den la espalda a Fillon.

“El ascenso de Macron tiene su origen en las ganas que tienen los franceses de renovación, tanto de caras como de ideas. Luego, ha tenido suerte con la eliminación de los rivales más moderados en los dos campos. Algo que hace seis meses parecía una locura ahora es una hipótesis plausible”, señala a este diario el director del Instituto Jean Jaurès, Gilles Finchelstein.

La hipótesis es que sea este exbanquero de 39 años que pretende unir en el centro a todos los progresistas quien le dispute el Elíseo a Le Pen. De momento, el sondeo de Cevipof le otorga el 23% de los votos, cuatro puntos por encima de Fillon.

El problema es que su suelo electoral es muy frágil. Solo el 33% de los que tienen intención de votarle dicen que su decisión es definitiva. Latardanza en presentar su programa electoral, del que ha ido adelantando algunas medidas vagas, no ayuda a los electores a salir de la indefinición.

Por otro lado, su retórica aperturista, orientada a una burguesía moderna, joven y urbana, olvida a las clases populares y a los obreros que votan mayoritariamente a Marine Le Pen. Así que Macron tendrá difícil arañarle votos al FN si sigue apareciendo como “el candidato de la Francia que va bien”, en opinión de Bernard Sananès, del Instituto Elabe.

En el flanco de la izquierda, ni el socialista Benoît Hamon ni el líder de Francia insumisa, Jean-Luc Mélechon, están cerca de entenderse para crear una única candidatura que cierre el paso a Le Pen. Les separan sus estrategias electorales, sus postulados europeos y las viejas rencillas de antiguos compañeros de partido. Los desencantados electores de Hollande repartirán su voto en una miríada de candidaturas o, simplemente, se abstendrán.

UN NUEVO CICLO

Mientras, François Fillon sigue su particular calvario judicial y político por los supuestos empleos ficticios de su mujer y dos de sus hijos, que cobraron cerca de un millón de euros de las arcas públicas. La fiscalía financiera le ha asestado un nuevo golpe al decidir este jueves proseguir la investigación y no archivar el caso, como esperaba el candidato conservador. “Vamos a lograr la hazaña de perder unas elecciones que estaban ganadas”, resumía con amargura un parlamentario de ‘Los Republicanos’.

La crisis de la derecha y la división en la izquierda le facilitan las cosas a Le Pen, que se presenta ante los franceses como “el único polo de estabilidad dentro del caos” en el que a su juicio se debaten el resto de partidos. Su reto es superar el techo de cristal del 50% en la segunda vuelta de las presidenciales.

“Estas elecciones tienen una dimensión histórica, porque tras el Brexit y la victoria de Trump podrían ser un signo más de que hemos entrado en un nuevo ciclo”, señalaba en ‘Le Figaro’ Jerôme Fourquet, director de opinión del Instituto Ifop.