Munébrega celebró las fiestas en honor a San Cristóbal el 10 de julio y en especial la romería, declarada de Interés Turístico de Aragón desde el 6 de marzo de 1996.

Como cada año la festividad del patrón comienza con la elección de los 17 priores, que este año fueron cuatro hombres y trece mujeres. El primero de la lista es el que se encarga de organizar la fiesta, siempre contando con la opinión de los demás priores, siendo por este año Alejandro Gormedino Hernández.

De esta forma, priores y prioras se encargan de limpiar la ermita del santo unos días antes de la fiesta, adornar y limpiar las imágenes del santo y preparar el remolque con ramas de chopo, banderines, etc, en el cual suben los priores, los músicos y el santo al cerro.

Ya el día de San Cristóbal, la jornada comienza por la tarde cuando los priores dan una vuelta por el pueblo, acompañados de música, para que la gente sepa que comienzan las fiestas. Al terminar, los priores acuden a las Completas que hay en honor al santo. A continuación, se cena todos juntos y sobre las 23.30 horas se da la primera vuelta al municipio bailando el Ton de San Cristóbal para terminar en las piscinas, donde comienza la música.

El domingo, sobre las 06.30, se empieza a preparar las cosas para subir al cerro. Primero suben los acompañantes de los priores, que esperan al santo y a los priores en la ermita y donde a su llegada se lanzan caramelos y peladillas. Seguidamente, una vuelta bailando alrededor de la ermita y a las 08.30 comienza la eucaristía. Sobre las once se saca al santo de la ermita y se empieza la bajada hasta el pueblo, que dura entre cuatro o cinco horas, y durante todo el trayecto los vecinos no paran de bailar al ritmo del ton.

Durante la bajada hay dos paradas obligatorias, una en la ermita de la Virgen del Mar y de la Cuesta para cantarle la salve y otra en el cementerio para guardar un silencio y rezar a los que ya no están con ellos.

Durante toda esa bajada se va acompañado de un remolque con bebida fresca para que se haga más ameno el calor.

Al llegar al pueblo se celebra la tradicional rifa, en la que cada uno ofrece lo que puede, y ese dinero va destinado al santo. Al finalizar, se lee la lista de los priores para el año siguiente.

Para terminar, se coge al santo, los dos pendones y la vara y se llevan hasta la iglesia, que es de donde salió a las 6 de la mañana y desde donde no volverán a salir hasta el próximo año. A ritmo del repetitivo ton, se meten en la iglesia y es un momento donde toda la emoción recorre el cuerpo y no se puede evitar soltar unas lágrimas.

Por la tarde, a las 19.30 horas la música y merienda están presentes en la plaza para todo aquel que quiere acercarse y ahí es cuando termina la fiesta.