Glorias, bizcochos caseros, pasteles de chocolate o plátano, tartas de navidad y de frutas, pudín de pasas o ciruelas, macedonias, confiterías- Lo pagano y lo divino se dan la mano en Los mejores platos del monasterio de Mr ediciones (Grupo Planeta). Y es que su autora, sor María Isabel, tiene mano de santo para la cocina. Su principal ingrediente -asegura-- es el amor a Dios con el que hace cada plato, pero algún otro secreto esconderá para haber conquistado a su vez tantos paladares profanos. De sus tres anteriores recetarios ha vendido alrededor de 100.000 ejemplares, una monja de clausura convertida en escritora de best seller.

Las otras dieciséis monjas del convento de las madres dominicas de Daroca se "frotan las manos" cada vez que sor María Isabel escribe un libro, porque como buena cocinera, previamente realiza todos sus platos y los reparte entre sus compañeras. Eso sí, el resto del tiempo la austeridad envuelve de nuevo al monasterio. Las religiosas han optado por la vida contemplativa y junto a otra serie de normas no pueden tener contacto con el exterior. Incluso la presentación del libro se ha llevado a cabo a través de los barrotes y con la venia de los altos estamentos eclesiásticos. Sor María Isabel, la segunda monja más joven del monasterio con 61 años, escribe las recetas a mano y sor María Nieves, con 82, se encarga de pasarlos a ordenador.

La idea de escribir el primer libro surgió tras la insistencia de la editorial con la intención de recabar fondos para diversas misiones y para la causa de la beatificación de María Teresita del Niño Jesús. Tanto le intimidaron entonces los medios que aseguró que no volvería a escribir ninguno más, pero ya va por el cuarto. El éxito editorial y la buena crítica que ha recibido el libro le han forzado a cambiar de opinión. Todos los días recibe numerosas cartas felicitándola por la sencillez y la armonía de sus platos. Hasta Carlos Arguiñano se ha hecho eco de su virtud dedicándoles sus obras.

Su postre preferido es la tarta de navidad, que aprendió de su madre como muchos otros platos, el resto provienen de la tradición del monasterio o de su propia imaginación porque --como insiste sor María Isabel-- la cocina es una labor creativa. Quizás demasiado para la vida contemplativa y es que incluso durante las horas de oración -como reconoce ella misma-- se le ha ido alguna vez la cabeza pensando "si éste o aquel plato no estaría mejor con un poco de canela". Pero la bondad que radia esta monja se advierte en sus platos no sólo a través de su sabor. La tarta de sonrisa por ejemplo nació de la sonrisa de una joven de 24 años fallecida recientemente de cáncer.