Muchos de nuestros adolescentes y jóvenes beben todos los fines de semana alcohol. Lo consideran una práctica normal y no ven riesgo, siempre que, como ellos mismos dicen, «controles su consumo». Los adolescentes perciben el alcohol como una droga, pero una droga que se puede controlar. Conocen algún caso en el que han tenido que acudir a urgencias o avisar a sus padres, pero piensan que eso les ha ocurrido porque no han sabido parar a tiempo.

Cuando les hemos preguntado a los más pequeños (12 años), sobre qué pensaban que harían en un futuro, todos o la mayoría tenían claro que no iban a fumar, pero sí que iban a beber alcohol ¿Por qué? Porque todo el mundo lo hace.

El alcohol está presente en nuestra sociedad en todos los momentos de nuestra vida; para celebrar nacimientos, bodas, cumpleaños, fiestas religiosas… existe una cultura y tradición que habla de las bondades del alcohol, y lo ensalza como si fuera un artículo necesario e imprescindible. E incluso a veces los padres inician a sus hijos dando a probar sorbitos de champan o vino para que vayan afrontando el paso de la niñez a la madurez como si de un rito se tratase y otros muchos consideran un acto de fuerza y de hombría, beber alcohol hasta la embriaguez aunque estemos hablando de menores de edad.

Es difícil competir con esta imagen que todos tenemos sobre el alcohol y esto se lo transmitimos a nuestros hijos, lo que nos hace más difícil abordar el peligroso tema del consumo de alcohol en menores.

Cuando les hemos preguntado sobre las consecuencias más frecuentes del consumo de alcohol que ellos hacen, la mayoría habla de enfermedades del hígado como cirrosis o tumores. Pero claro esto no es así, ningún adolescente desarrolla un problema orgánico crónico grave por beber alcohol los fines de semana, se necesita tiempo para llegar a esto. Los accidentes son el resultado más peligroso del consumo de alcohol que hacen los adolescentes: peleas y agresiones con resultado de lesiones graves, pérdida de conocimiento, vandalismo que termina, en comisaria, prácticas de riesgo como conducir ebrio, mantener relaciones sin protección, sin olvidarnos del coma etílico.

Nos molesta mucho el fenómeno del botellón, hablamos de cómo solucionarlo; pero hacemos la vista gorda cuando nuestros hijos vienen con unos tragos de más los fines de semana justificando esa conducta. No consideramos el alcohol una droga peligrosa. ¿Haríamos lo mismo si nuestro hijo menor de edad llegará a casa los sábados «colocado» de alguna otra droga? Seguro que no. La familiaridad con la que nos manejamos con el alcohol nos hace olvidar el peligro que tiene y las graves consecuencias de su consumo en adolescentes.

Más información en la Unidad de Atención y Seguimiento de las Adicciones, UASA Cinco Villas. C/Molino Bajo, 17. Ejea de los Caballeros. Teléfono 976667809/685909554. E-mail: informaciondrogas@yahoo.es T