Natividad González Lagunas cumplirá próximamente 80 años de una vida que, según dice, «firmaría por tener 100 vidas como la que he tenido».

Nació en Muel, en una casa-cueva, y en Muel ha vivido toda su vida, desde los seis años en la misma casa, no sé si eso tendrá que ver o no con su gusto por el hogar y ser tan hogareña.

Nati, como la conocemos todas, acaba de exponer estos días de Semana Santa, en la sala La Central de Muel. «Quién me iba a decir a mí que estas labores que llevan algunas más de 60 años en los cajones las iba a enseñar ahora». Ha sido un sueño cumplido.

No imaginen una exposición de labores al uso. No ha sido solo eso. La calidad de lo expuesto saltaba a la vista. Nati lleva toda la vida entre hilos: corte y confección, bordar… y sobre todo bolillos. Lo que hemos visto esto días en La Central ha sido una vida tejida entre esos hilos. Hilos de oro como los que abundan en los mantos que ha hecho para la Virgen de la Fuente o para la Virgen del Pilar.

Nati se casó con Carmelo y lo suyo, tal y como cuenta, «ha sido una locura de amor» que le dió unos hijos a los que Nati adora. Carmelo enfermó y durante muchos años Nati lo cuidó, sin separarse de su lado. En la misma habitación que cuidaba a Carmelo con total dedicación, hacia sus encajes con total esmero. Sus días pasaban, rápidos y callados… con el sonido de los palillos, un sonido que como si fuera un mantra, Nati asocia con la calma. «Los palillos han sido mi psicólogo».

Gracias a su dedicación con los bolillos Nati superó la falta de Carmelo cuando falleció, hace ahora seis años, ocupando sus horas y días en hacer la labor que mayor satisfacción le ha proporcionado, los mantos. Casi dos años por manto, con jornadas de 10 horas. Ocupando manos y mente, viviendo el duelo.

Estos días hemos disfrutado entre una pequeña parte de los encajes, sábanas, abanicos, rosarios, relojes, toallas… que Nati ha creado, pues mucho lo ha regalado.

Y como la vida sigue, sigue Nati en su sillón, con sus palillos sin parar de crear, sin dejar de creer en la fortuna de tener la vida que tiene. Asomada al mundo por una ventana en la se le puede ver pasar los hilos, como pasan las horas en el reloj. T