Causas, consecuencias, etapas..., nombres y más nombres. Así pensábamos que estudiábamos la historia de la humanidad, del mundo contemporáneo o de la historia de España. Sin embargo, al llegar a la Primera Guerra Mundial, nuestra profesora de 4° del colegio Agustín Gericó nos dijo: "Quiero que os pongáis en la piel de un soldado". Y todos nos quedamos un poco extrañados.

Yo elegí un soldado perteneciente al frente ruso, me informé sobre cómo era la vida en las trincheras y las condiciones infrahumanas en las que vivían con ratas, piojos, escasez de agua potable, falta de higiene, etc. También me documenté para ver qué tipo de armas utilizaron en esta guerra: aviones, blindados, submarinos, artillería y armas químicas; nunca hasta ahora el ser humano había tenido tanta capacidad de destrucción y con unas consecuencias tan nefastas para la población.

Teníamos que escribir una carta desde el frente a algún familiar, contándole nuestro día a día, nuestros miedos y preocupaciones y, sobre todo, nuestra incomprensión.

He aprendido que esta guerra trajo consigo el empobrecimiento de Europa, el éxodo de miles de personas de sus hogares y la pérdida de muchas vidas humanas. Nos pusimos en la piel de esos soldados que dejaron atrás un hogar, una familia, una esposa y unos hijos a los que escribir esa carta con la intención de que su ausencia fuera más llevadera. Pero, sobre todo, he aprendido que la historia es mucho más que nombres y fechas y que, a veces, hay que ponerse en la piel de un soldado para entender lo absurdo de las guerras.