Alrededor de 30 personas paseamos en bici por el paisaje agrícola de Julisbol, Alfocea y Monzalbarba. Durante esta actividad organizada por la Plataforma por la Huerta Zaragozana, agricultores y vecinos de estos tres barrios rurales de Zaragoza nos explicaron la historia de este paisaje que se remonta a antes de los romanos, como lo atestigua el Bronce de Botorrita. Los suelos aluviales fértiles, fruto del aporte de sedimentos del río Ebro en sus inundaciones y la existencia de agua a través de la red de acequias hizo posible que en este territorio durante muchos años la agricultura fuera la principal actividad económica y social de estos barrios. La acequia del Rabal, procedente del Gállego, riega esta huerta.

Según Santiago Julián, agricultor de toda la vida de Juslibol, en los mejores tiempos el 90% de la población vivía de la agricultura y en una época el principal cultivo fue la remolacha azucarera, donde todo se hacía a mano, desde plantarla, cosecharla y, por último, se escoronaba (trabajo realizado fundamentalmente por las mujeres) antes de llevarla a tres fábricas azucareras que existían en Zaragoza. Hoy, la mayoría de las tierras están arrendadas para el cultivo de alfalfa y solo queda un hortelano en Juslibol. Para este agricultor, que sufrió una depresión cuando la expropiación del Actur, los consumidores tenemos que apostar por el producto de la tierra de Zaragoza, como un acto de solidaridad con la gente que trabaja en el campo, ya que al final los principales beneficiados seremos nosotros, por la gran calidad del producto de la huerta.

En Alfocea, desde el mirador, pudimos observar el paisaje agrícola teñido en su gran mayoría de verde alfalfa. Allí hablamos con José Ángel, vecino del barrio que nos contó cómo aquí los Faci regentaban todas las tierras. En sus mejores tiempos dieron trabajo de forma puntual a 60 personas pero, sin embargo, hoy en día apenas se ven agricultores por los campos, ya que ya no se cultivan hortalizas más que en pequeños huertos de autoconsumo y el resto es cereal o alfalfa, y con un día o dos de trabajo con las cosechadoras es suficiente. A José Ángel lo que más rabia le da es que se pierda todo el saber popular que a lo largo de los años han acumulado los hortelanos y han dado lugar a las semillas y cultivos adaptadas al terreno. Por eso se ha propuesto recuperar parte de este conocimiento, a partir de la experimentación con diferentes semillas de amigos y familiares y, sobre todo, formas de cultivar propias del lugar que aún su padre le puede transmitir.

Por último, nos dirigimos a Monzalbarba donde Ángel Tomás, vecino del barrio y miembro de Apudepa, nos enseñó y explicó la Torre Colorada, patrimonio arquitectónico propio de los latifundios de la huerta de la zona, hecha con ladrillo rojo a diferencia de otras torres hechas de adobe, para protegerse de la humedad y las riadas. La Torre es un claro ejemplo de la riqueza patrimonial e histórica de la huerta zaragozana. A la vuelta a Zaragoza pudimos observar parte de la acequia más antigua de la zona, la acequia de la Almozara, que ha regado la margen derecha del Ebro y esperemos que pueda volver a regar nuevos campos reconvertidos en cultivo de hortalizas que consumamos en la ciudad.