A lo grande, a lo muy grande. En plan dominador. Como si llevase 20 años en MotoGP. El 80% de los pilotos que han ganado las dos primeras carreras de su categoría han terminado siendo campeones. Maverick Viñales (Yamaha) ha sumado, a su triunfo calculado de Catar, su victoria dominadora, apoteósica, sin respuesta (bueno, la tuvo en las primeras cuatro vueltas, dominadas por Marc Márquez, hasta que se cayó) en Argentina, donde, el pasado año, por estas mismas fechas acabó llorando en la gravilla, cuando rodó por los suelos con su Suzuki, pocos minutos antes de haber podido conseguir su primer podio en MotoGP.
Desde Wayne Rainey (1990) no ganaba un piloto de Yamaha las dos primeras carreras del año. Nunca antes, desde que debutó en el 2013, Márquez ha dejado de ganar una de las dos primeras carreras del año. Hacía mucho tiempo, desde la aparición del 'nen de Cervera', que no se veía algo así, un joven, de 22 años, tan dominador, tan seguro, «tan perfecto», como reconoció Valentino Rossi, como Viñales, capaz de no ponerse nervioso ante el diluvio y el caos de Catar, ni ante la salida como un cohete de Márquez en Argentina.
LA MOTO PERFECTA
«La Yamaha es una moto perfecta. Funciona bien en cualquier circuito. Lo único que tienes que hacer es adaptarte a ella y, sobre todo, dominar el trazado en los primeros días. Ella te ayuda a ganar si tú eres capaz de no perder la calma, de confiar en tu pilotaje y de esperar que llegue tu momento». Viñales, que salía desde la segunda fila («¿Ves? Eso es lo que he de mejorar: la salida, la electrónica y mejor preparación física»), aprovechó que Márquez se fuese al suelo cuando ya le sacaba dos segundos, volviese a ser castigado (como le ocurriría, poco después, a Dani Pedrosa) por el neumático duro Michelin delantero y así permitir que el dominador Maverick cogiera el mando de la carrera.
Mientras Márquez lamentaba su error «pues algo debí hacer mal, pues me estaba encontrado muy cómodo, muy seguro, veloz y creía tenerlo todo controlado», Viñales se limitó «a exprimir el ritmo que tenía el viernes y, sobre todo, a disfrutar del pilotaje de esta Yamaha, que va de maravilla». Cuando le enseñaron que Rossi, que en su GP número 350 logró su 223º podio, estaba a su espalda pensó «¡cielos!, otra vez él, no puede ser, pero me alegré porque podíamos lograr un bonito doblete».
DEMASIADAS SORPRESAS
Como todo el mundo presagiaba, la carrera iba a limitarse a un duelo entre Viñales y Márquez, entre otras razones porque Jorge Lorenzo (Ducati), que salía el 16º, se cayó al chocar con Andrea Iannone (Suzuki) en la tercera curva. «Es bueno que algunos de los pilotos que normalmente están en la pelea por el título, ya tengan un cero en la general, pues eso nos permite seguir afrontando las siguientes carreras con cierto margen», dijo Rossi, que reconoció que era «imposible» alcanzar a un Viñales, que «ha hecho una pretemporada y un inicio de Mundial perfectos».
Mientras Viñales, el nuevo gran dominador de la categoría, besaba la cúpula de su Yamaha en la vuelta de honor y miraba al cielo «porque el esfuerzo de todo el año empieza a tener su premio», Álvaro Bautista, que cambió la Aprilia por la Ducati, cruzaba la meta en cuarta posición, demostrando que este será el Mundial de las sorpresas. La primera de todas es ver al tricampeón más joven de la historia, Marc Márquez, en la octava plaza del campeonato, a 37 puntos de Viñales, todo un señor líder.
