Con el lanzamiento del BMW M4 la firma bávara demostró que no tiene ninguna intención de olvidar su filosofía más racing. A pesar de cambiar algunos números que se antojan memorables para ampliar el abanico. Con la llegada del BMW M2 Coupé, el último de la saga, todas las prestaciones ligadas a esa sola letra se concentran en un compacto que capta todas las miradas. Sus 1,16 metros de largo, 1,85 de ancho y 1,41 de alto moldean una figura deportiva por los cuatro costados y que poco tiene que ver con su versión de partida, el Serie 2, más que en su tamaño.

Antes de subirse al nuevo BMW M2 Coupé su estética ya eriza el bello. Lo primero que impresiona es el color azul Long Beach, perfecto para jóvenes y no tan jóvenes que quieren ser vistos sin acudir al tópico del rojo fuego. Su frontal es digno de valorar arquitectónicamente con sus líneas verticalizadas, sus enormes entradas de aire y un spoiler muy pronunciado. Los faros bixenón aportan la mirada BMW y los nervios del capó acentúan su carácter sport.

Los cromados con el identificador M dan la bienvenida a un paso de rueda ensanchado y curvilíneo que se dirige en ascenso hacia la zaga. Las cuatro salidas de aire (2 y 2) junto con el difusor y los deflectores verticales finalizan un diseño con mucha garra. En sigue una línea muy parecida a la de toda la gama pero tiene detalles específicos que marcan la diferencia como la fibra de carbono del salpicadero, túnel de transmisión y las puertas además del cordado azul y el volante. Lo más remarcable son los asientos, que sujetan a la perfección y tienen un diseño muy bien solucionado: ni poco ni mucho. Gana en dinamismo a su hermano, el Serie 2.

Su bloque de tres litros y seis cilindros turbo ha sufrido alguna modificación para llegar a los 370 CV. Con un par máximo de 465 Nm entre 1.400 y 5.500 revoluciones parece quedarse corto ante el M4 pero no es así.

El modelo alemán se despierta desde bajas revoluciones pero reserva su mejor actuación sobre las 3.500 revoluciones, donde estira hasta más de las 5.500 rpm. Sorprende su agilidad y elasticidad sin estirones y muy equilibrado, pero al apretar sus tuercas en carreteras reviradas sale su alter ego, la bestia M.

De el M4 hereda los ejes de aluminio y el sistema de frenos y algún detalle más pero ha demostrado ser un modelo completamente distinto. Su suspensión no es regulable mediante el Driving Experience Control, que ofrece los modos Confort, Sport y Sport+ (que desactiva los controles parcialmente) y, por ese motivo, al conducir los primeros metros ya se nota dureza, con un tarado firme pero no agresivo.

Desbocado

Pese al buen comportamiento de su chasis el BMW M2 es un coche muy exigente, como los de antes. Gracias al diferencial activo la trayectora se estabiliza para poder ir rápido sin salirse a la primera de cambio. Al activar el modo Sport+ su presencia se reduce y el trasero del M2 lucha por adelantarse en cada curva.

Es divertido, sí, pero difícil como pocos ahora. Su aceleración de cero a cien en 4,3 segundos actúa como un latigazo a la salida de las curvas más cerradas. Su dirección es realmente precisa y pese a no ser adaptable, la suspensión dura se agradece en este caso.

El consumo mixto puede oscilar entre los 7,9 y 9,2 litros.

El BMW M2 Coupé cuesta 62.900 euros (67.699 euros con cambio automático DKG).