Fue lo que quiso Cristiano. Y como quiso Cristiano. Y cuando quiso Cristiano. En una enloquecida noche rusa, España empezó perdiendo, reaccionó con una entereza de hierro dejando grandes minutos, descubrió que no tiene portero solvente (De Gea no solo hizo la estatua sino que tuvo hasta miedo de tocar el balón con las manos) y que no le basta con tener un nueve eficaz: los dos goles de Costa no fueron suficientes. Donde Portugal no tenía nada, emergió la figura descomunal de Cristiano para silenciar a una España con tremenda personalidad. Lo tuvo todo en contra, hasta la mejor versión de Cristiano, pero se levantó con fuerza después de tanto caos: el adiós de Lopetegui, el penalti, el gravísimo fallo de De Gea, la falta de Piqué...

Inocencia de Nacho

Mal empezó España. Mal acabó la primera parte. Del inicio al fin un partido volcánico donde el equipo de Fernando Hierro, aunque era, en realidad, de Lopetegui porque podía llevar la firma del nuevo entrenador del Madrid, no tuvo el control. Sacó a Nacho para tener estabilidad defensiva, arropado por Koke, el guardaespaldas de Busquets, en el flanco derecho. Cuando se dieron cuenta, Cristiano Ronaldo ya festejaba feliz el gol de penalti, muy protestado por los jugadores españoles, que adelantaba a Portugal. Muchos dirán que no era penalti, pero la inocencia de Nacho contribuyó. Parece mentira que el lateral no supiera los recursos de su compañero en el Madrid. Cayó con demasiada facilidad en esa acción tan ronaldista.

A la selección de Lopetegui, perdón, de Hierro, no le había dado tiempo para tomarle las medidas al fastuoso Fisht Olympic Stadium de Sochi. El escenario ideal para Portugal, parapetada atrás, dejando solo a Guedes y Cristiano como doble nueve, aunque en el caso del joven jugador del Valencia con una clarísima misión defensiva: tapar los caminos a Busquets. España sufrió unos 20 minutos iniciales terribles porque padecía en cada transición defensiva una tortura.

Tuvo suerte, todo hay que decirlo, de que Guedes, brillante tácticamente, estuvo espeso en la definición. Hasta dos ocasiones claras desperdició, una de ellas llegó a través de un saque de esquina a favor de España. Un balón que transitó del área de Rui Patricio a la de De Gea sin que nadie de ‘La Roja’, que iba vestida de blanca, osara frenarlo. Apareció, ya en el último suspiro, Jordi Alba, corrigiendo su posición defensiva, para sostener a un equipo desequilibrado.

A partir de ahí, España gobernó el balón con una autoridad insultante generando enorme peligro por la banda izquierda con el triángulo Iniesta-Isco-Jordi Alba: ¿Y en la derecha? Nada. Era, por lo tanto, un equipo cojo. Aún así, era una selección reconocible, por mucho que el tanto del empate firmado por un potente Diego Costa evocara a los que marca el cholismo con el Atlético. Pase largo de Busquets, falta del delantero brasileño (¡ni rastro del VAR!) y una definición de auténtico nueve. Se buscó (y se ganó muy bien) la vida.

Un error grosero

España ya había hecho lo más difícil. Empujar a Portugal con el balón hasta el hogar de Rui Patricio, que tembló de manera espectacular con un imponente disparo de Isco que sacudió el larguero portugués. Dominaba el equipo de Hierro hasta que De Gea, con un error grosero, decidió darle vida a Cristiano. Disparó la estrella del Madrid y el meta del United se derritió de tal manera que la figura de Karius, el desdichado portero del Liverpool. Se marchó España deprimida al descanso, preguntándose qué demonios le había pasado. Cuando mejor jugaba, se arrodilló. La respuesta es sencilla. De Gea no supo que hacer con sus manos.

En la segunda mitad, y en un cuarto de hora soberbio, la selección de Hierro demostró tener libreta (así llegó el 2-2, obra de Diego Costa) y a Nacho, un lateral que tenía que hacerse perdonar por su infantil error inicial. Una falta servida por delicadeza por Silva encontró la cabeza de Busquets y el oportunismo del ‘nueve’ de España. Lo más difícil estaba hecho. Pero tres minutos más tarde, y cuando ya no había rastro alguno de Portugal, se reunieron en el costado izquierdo los pequeños de España (Silva, Jordi Alba, con Iniesta merodeando) protegidos por el manto mágico de Isco. Atrayeron a una multitud de portugueses hasta que el balón terminó en la otra punta donde Nacho, disfrazado de puro nueve, conectó un maravilloso derechazo para darle la vuelta a un partido que tenía muy mala pinta. Malísima. La pelota, caprichosa ella, tocó en el palo antes de que el fútbol le devolviera, y con creces, todo lo que había perdido en ese penalti infantil.

Falta innecesaria

de pronto, España se reconcilió con el balón a través de los centrocampistas con la aparición de Thiago (minutos valiosos para darle calma y personalidad al juego), mientras Isco mandaba. Pero una innecesaria falta de Piqué a Cristiano, que estaba de espaldas a la portería, hizo terminar el partido como empezó. Con otro gol de Cristiano. Un golazo para dejar sin palabras a España, pero llena, eso sí, de esperanza.

Portugal, 3 - España, 3

Portugal: Rui Patricio, Cedric, Pepe, Fonte, Raphael Guerreiro, William, Moutinho, Bernardo Silva (Quaresma, m. 69), Bruno Fernandes (Joao Mario, m. 67), Guedes (André Silva, m. 80) y Cristiano Ronaldo.

Entrenador: Fernando Santos.

España: De Gea, Nacho, Piqué, Ramos, Jordi Alba, Koke, Busquets, Iniesta (Thiago, m. 69), Silva (Lucas Vázquez, m 86), Diego Costa (Iago Aspas, m. 57) e Isco.

Entrenador: Fernando Hierro.

Goles: 1-0, Cristiano Ronaldo (m. 4, de penalti); 1-1, Diego Costa (m. 24), 2-1, Cristiano Ronaldo (m. 44), 2-2, Diego Costa (m. 55), 2-3, Nacho (m. 58), 3-3, Cristiano Ronaldo (m. 88).

Tarjetas amarillas: Busquets (m 16), Bruno Fernandes (m. 27)