España completó ayer una actuación olímpica en la media de las últimas ediciones. No llegó al techo que alcanzó en los inolvidables Juegos de Barcelona de 1992, con 22 medallas (13 de oro), pero se mantuvo dignamente, aunque con más apuros de los esperados, al nivel de los de 1996 (Atlanta, 17 medallas, cinco oros) y el 2004 (Atenas, 19 preseas, 3 oros). El equipo conjugó éxitos esperados con sorpresas agradables y, también, fallos clamorosos de algunas de sus primeras espadas. En general, dejó una impresión agridulce y con matices.