Algunas imágenes de la final olímpica del baloncesto permanecerán imborrables para siempre en la retina. El pase de Ricky Rubio mirando hacia la grada, en los primeros minutos, que Gasol machacó. El mate que Rudy Fernández estampó en la cara del descomunal Dwight Howard. O el triple desde ocho metros que el propio Rudy anotó delante de Tayshaun Prince.

Hubo más, por supuesto, mucho más en un encuentro que el seleccionador estadounidense, Mike Krzyzewski, calificó como uno de los más grandes de la historia. España dibujó en la final un partido para enmarcar, inmenso en sus hechuras y en los detalles, trufado también de emoción y competitividad.

TRES ACCIONES CLAVES Sí, venció EEUU, el equipo de la redención, recuperando el trono que perdió en Sídney hace ocho años. Pero sus jugadores tuvieron que dejarlo todo en la cancha, jugar al 100% e incluso por encima y aún así durante muchos minutos vivieron con el miedo en el cuerpo, temiendo al fracaso.

En tres jugadas se escribió el desenlace de un partido descomunal. En un triple del Kobe Bryant, en el que arrancó además personal (99-108, m. 37). En otro fallado por Jiménez (104-108, m. 38) y en otro del inmenso Dwayne Wade, que sí entró (104-111, m. 39), que elevó un muro insalvable para España. Nadie sabe que hubiera pasado si entra el tiro del capitán Carlos Jiménez. O si los árbitros hubieran actuado con justicia, señalando todos los pasos de salida de los estadounidenses. O si el equipo español hubiera alcanzado la final con su base titular, José Manuel Calderón. Eso pertenece al deporte ficción. Solo es especular y minusvaloraría la respuesta de estrellas como Wade (27 puntos) y Kobe Bryant (20), que se destaparon en la hora de la verdad.

EL RENACIMIENTO DE NAVARRO Lo único cierto es que ayer en la final apareció España en toda su grandeza, en su mayor y mejor extensión. Por fin se vio al equipo descarado, sin miedo, que enamoró en el Mundial y nadie podrá discutirle su actuación superlativa. Durante todo el encuentro puso en jaque a EEUU con una defensa en zona. Devolvió golpe por golpe y le sobró ambición para pensar en la victoria. Y además se sobrepuso al contratiempo de afrontar el partido decisivo sin su base titular.

Rudy y un renacido Navarro, cuya frescura se había echado de menos, se turnaron en algunas fases para conducir el balón, por la lesión muscular de Calderón, que ya le dejó sin la semifinal, y al golpe que recibió Rubio en el primer tiempo en la mano, que le obligó a vendársela.

El encuentro nada tuvo que ver con el partido de la fase previa. EEUU, que había ganado entonces de 37 (82-119), tuvo una máxima renta de 12 (31-43). España sacó a relucir su personalidad alegre, su contrataque y su fuerza defensiva, que desactivó el contragolpe rival y limitó las pérdidas que le condenaron en el primer encuentro. Pau Gasol apareció en primera instancia, pero luego surgió un Rudy fuera de serie, y también un Navarro limitado hasta ahora por problemas físicos a un papel testimonial. Y a su estela fueron uniéndose todos para acabar produciendo una obra colectiva de primera línea. Gracias a eso, y a pesar de la derrota, España abandonó la cancha y los Juegos con una inmensa sonrisa.