La economía y los economistas vuelven a estar más de moda que nunca. Y ello por la sorpresa, y la incredulidad, ante lo que un ciudadano inteligente observa y lo que se le ha venido predicando. ¿Cómo es posible que los tipos de interés de la deuda española se hayan desplomado? Y, en el ámbito del crecimiento, ¿no se encontraban Alemania y el área del euro a las puertas de la recesión? La verdad es que defender la profesión se ha convertido en una tarea titánica. Y más en el contexto de las prédicas que anuncian el fin del euro, bien sean de Nouriel Roubini, de Martin Wolf o Wolfgang Münchau en el Financial Times o de sacerdotes nacionales de la catástrofe.

Vivimos una situación parecida hace unas semanas, cuando se dio a conocer el crecimiento de la eurozona del tercer trimestre. Y de las predicciones de colapso inminente de julio y agosto se pasó a tasas anualizadas de crecimiento en Alemania por encima del 2%, y una línea parecida en Francia. ¿Dónde había quedado la profunda recesión en la que debería haber entrado la eurozona? Ahora, el Bundesbank alemán acaba de anunciar la revisión de sus predicciones, y están lejos del colapso que parecen desear muchos: crecimiento del 3% en el 2011, del 0,8% en el 2012 y otra vez cerca del 3% para el 2013. Y, reflejando una fortaleza de fondo de la economía alemana muy sólida, la confianza empresarial ha vuelto a aumentar por segundo mes consecutivo, al tiempo que la del consumidor también ha mejorado, reflejando que la tasa de paro sea hoy la más baja desde la reunificación. Y el alza del consumo prenavideño confirma esa visión de una economía alemana que, a pesar de todo lo que nos está lloviendo en el sur, está saliendo muy bien parada de la histeria de estos inolvidables verano y otoño de 2011. Por su parte, en Francia el coste medio de la deuda pública se ha situado en uno de los valores más reducidos desde la constitución del euro.

Y en España, qué les voy a decir. Primero fueron las subastas de deuda a largo plazo, en las que los tipos de interés flexionaron intensamente a la baja, desde más del 5,5% a algo por encima del 4%. Y el pasado martes las subastas de letras del Tesoro a tres meses, cuyos rendimientos cayeron desde valores superiores al 5% a tipos entre el 1 y el 2%. Lógicamente, con noticias como estas no es extraño que los mercados de deuda europeos mejorasen.

Ha contribuido a suavizar tensiones, junto al cambio de Gobierno en España, la inyección de liquidez del Banco Central Europeo efectuada ayer, en la que el instituto emisor concedió créditos a la banca por la friolera de 489.000 millones de euros, a tres años y al 1,25% de interés. De hecho, la caída de los tipos en España y la subasta del BCE están vinculadas. Los bancos europeos obtienen financiación del BCE, dejando en préstamo deuda pública de sus respectivos países. Y con parte de estos recursos compran más deuda pública a tipos de interés mucho más elevados, mejorando las expectativas de su cuenta de resultados. Ello contribuye a reducir el coste de financiación de la deuda de sus gobiernos, al tiempo que obtienen una financiación que, hoy por hoy, los mercados son muy reticentes a suministrar.

Esta mejora general es, parcialmente, reflejo de las medidas adoptadas recientemente por el BCE y el Consejo Europeo. El BCE hizo su trabajo, y hoy ya estamos gozando de su intervención, aunque sea de forma indirecta. Por su parte, las medidas del Consejo Europeo comienzan a tomar cuerpo y, con una velocidad inusitada, el borrador del Acuerdo Intergubernamental ya está encima de las mesas de las cancillerías del continente. Y con tamaña celeridad, el plazo fijado para ratificarlo, a finales del próximo mes de marzo, parece ya una fecha asequible. Adicionalmente, el BCE ha indicado que está ya tomando las medidas para desplegar, como agente intermediario, la capacidad de crédito del Fondo Europeo de Estabilización Financiera, que debería estar ya operativo a principios de enero. Y con la salvedad de Gran Bretaña, que ahora se niega a colaborar, los diferentes bancos centrales están ya dispuestos a conceder el crédito de 150.000 millones de euros al Fondo Monetario Internacional para que este, junto con otros recursos de países emergentes, pueda, a su vez, auxiliar a los países europeos con mayores problemas.

¿Quiere ello decir que el riesgo ya ha pasado? De ninguna manera. Irlanda o Italia pueden darnos sustos importantes, en especial nuestros amigos latinos por su incapacidad para aceptar dónde se encuentran. No está claro que el Parlamento italiano acepte la amarga medicina que ha diseñado Monti. Y los problemas pueden proceder también de EEUU o del Lejano Oriente. En América, en China y en la India el crecimiento se ralentiza, como muestran las caídas de los precios de las materias primas. Pero sean cuales sean las turbulencias que nos aguardan, si todo continúa como hasta hoy el 2012 no va a ser, como los mayas anunciaron, el final del mundo. Ni del euro.