Hay veces que Natxo González dice cosas extravagantes y de manera incomprensible, porque los hechos desmienten sus juicios, reincide en ellas. Ayer, tras la tranquilizadora y convincente victoria contra el Lugo, la mula volvió al trigo con alguna batallita absurda. Y hay otras veces en las que el entrenador tiene más razón que un santo aunque el caudal de opinión intentara desdecirle, a él y a los hechos. La línea en casa ya era ascendente en las tres comparecencias anteriores, Barcelona B, Tenerife y Córdoba, y acabó ratificándose ayer. El Real Zaragoza ha experimentado una innegable mejoría en La Romareda en el 2018, donde echó a perder la temporada en la primera vuelta: diez puntos de los últimos doce, tres victorias consecutivas y solamente un gol encajado en cuatro partidos. A lomos del viento a favor como local, el equipo respira. Para no volver a tener el aliento agitado deberá mantener este tono en Zaragoza y mejorar sensiblemente fuera, donde ni en Granada ni en Alcorcón estuvo a la altura.

Con sus excentricidades, que las sigue teniendo, como volver satisfecho del terrible partido defensivo en Los Cármenes, a Natxo el discurso le ha cuadrado en los últimos días. Pidió una mejoría en casa a la vuelta de vacaciones y la ha logrado, hablaba de ella cuando parecía un tabú y, en un salto con tirabuzones, hasta profetizó el viernes el partido de Buff, al que de no llevar convocado soltó al ruedo y le respondió con un gol magistral, una picadita, varias faltas forzadas al borde del área y un sombrero. Especialista contra el Lugo, al que ya marcó en la ida, la temporada del suizo sigue siendo muy decepcionante. Ahora tiene otro tren al que subirse. Como el propio Real Zaragoza, que en Tarragona debe seguir sembrando. De todo menos otra vez dudas.