La presencia de nuevos partidos en el Parlamento es el reflejo de un evidente cambio social en España que algunos querrían que fuera efímero y que sin embargo está cogiendo velocidad por momentos. Ocurre que están mejor adaptados a las herramientas que ofrecen las nuevas tecnologías y las redes sociales, que plantean otras formas de comunicación, organización y movilización a las que los viejos partidos han llegado tarde y no siempre bien, quizá por pereza o por desdén. Además, negarse a ver que existe una importante fractura generacional (real y a veces también mental) es quedarse irreversiblemente atrás. En primer lugar porque la crisis que ha causado esta recesión del Estado del bienestar ha quebrado el ascensor social general, la aspiración a vivir mejor que las generaciones precedentes.

Tampoco ayudan artículos como el publicado en El País por Antonio Navalón (Millennials: dueños de la nada), que de un modo insostenible culpabiliza de su situación a las propias víctimas. Tanta incomprensión no evita, sin embargo, irrupciones como la de Irene Montero, la gran sorpresa de la semana mal que le pese a más de uno, incluido algún portavoz parlamentario de corte cavernícola que no deja de sucumbir a su propio retrato. Convendría prestar mayor atención a las señales de los jóvenes electores y a sus representantes aquí y allá para comprender hacia dónde vamos queramos o no.

Rajoy sorprendió en el Congreso con esta cita: «Como decía Galileo, el movimiento siempre se acelera cuando se va a detener». Da que pensar que reflexione así alguien que se mueve al ralentí para que los problemas escampen por sí mismos. Parece evidente que el presidente no encaja en definiciones como la del filósofo (y, por cierto, también millennial) Luciano Concheiro, quien señala que el rasgo que mejor describe la época actual es la «aceleración». O la del también sociólogo Hartmut Rosa, que abunda en el diagnóstico y precisa su clasificación: aceleración de los desarrollos tecnológicos, de los cambios sociales y del ritmo de vida diaria.

Queda saber por dónde va a salir un PSOE llamado a pisar el acelerador. Primero, porque acumula nueve meses de letargo. Después, porque siente el aliento de Podemos, que ha estrellado su precipitación contra el Parlamento de la mano de un Pablo Iglesias con muchas revoluciones por minuto. Cosas del destino, al final va ser Pedro Sánchez quien ponga hoy el punto final a la moción de censura. H *Periodista