Está fuera de toda duda que la irrupción de las aerolíneas de bajo coste ha contribuido de forma decisiva a la democratización de una forma de viajar que durante años solo estuvo al alcance de bolsillos pudientes. Hace escasas décadas coger un avión era un hecho excepcional para mucha gente y con aires de acontecimiento. Hoy en día es una rutina --gracias a esas nuevas compañías en expansión-- y parte capital del auge del turismo masivo. Lo confirma que el 48% de los viajeros internacionales que llegan a España lo hacen mediante vuelos low cost.

LA SEGURIDAD, A DEBATE

El terrible accidente del pasado martes en los Alpes del Airbus 320 de Germanwings, filial de Lufthansa, ha reabierto el debate sobre los controles de seguridad y formación de unas compañías con un claro modelo de negocio: búsqueda de rentabilidad a partir de la reducción de gastos.

Los expertos coinciden en que los protocolos de seguridad son los mismos para las aerolíneas convencionales y las de bajo coste. Otra cosa es que la crisis haya llevado, en todas las compañías, a ajustes en la selección, formación y entrenamiento del personal. Todo dentro de una legalidad que convendría revisar, porque no parece suficientemente exhaustiva. Un gran número de pilotos ha llegado al mercado laboral ante la demanda de vuelos, y lo han hecho en un espacio aéreo más complejo por esa circunstancia. Los profesionales expertos, y con mejores condiciones salariales, han dejado su sitio a colegas más noveles, que copan las cabinas del modelo low cost.

EL FACTOR HUMANO

Lo que es indudable con el vuelo GWI9525 es que falló el factor humano, algo muy difícil de controlar, lo que no excluye que toda prevención sea poca. Andreas Lubitz era un profesional de la aviación pese a un expediente médico con un cuadro depresivo y a que desempeñaba su trabajo ese martes fatal con una baja médica que ocultó. Circunstancias independientes de si pilotaba un avión de bajo coste u otro de aerolínea clásica. De hecho, el de Germanwings es el segundo accidente con muertos en Europa de una low cost desde que Ryanair introdujera a mediados de los 80 el modelo en el continente. Vueling lo hizo en España en el 2004.

Viajar en low cost, por lo tanto, resulta más barato --aunque cada día menos por la reacción de la competencia tradicional-- e igual de seguro con unas flotas de aviones más modernos en la mayoría de casos.