África, cuna de la Humanidad, tiene nombre de mujer. Quizás por ello, el continente ha acogido, durante milenios, el nacimiento de mujeres cuyas obras y sabiduría han iluminado al mundo hasta nuestros días. Y para constatarlo basta citar tan solo uno de los infinitos ejemplos posibles: Hipatía de Alejandría; mujer que vivió entre los años 375 y 435 después de Cristo. Hipatía fue una gran filósofa, matemática y astrónoma, paradigma actual de la autonomía y libertad de la mujer, que murió asesinada ante la incomprensión de quienes confundieron su gran talento y sabiduría como manifestaciones contrarias a la religión de su tiempo.

Ayer, se celebró el Día Internacional de la Mujer Africana. Fue en esa fecha de 1962 cuando en la ciudad tanzana de Dar-Es Salaam se celebró la histórica primera Conferencia de Mujeres Africanas, con representantes de catorce países del continente. Uno de los acuerdos de aquel encuentro fue el de celebrar anualmente dicha fecha como Día de la Mujer Africana. Más tarde, en 1974 (el mismo año en que fueron hallados en África, concretamente en Etiopía, los restos fósiles de Lucy, nuestro antepasado más lejano en la evolución, con más de tres millones y medio de años de antigüedad) surgía la Organización Panafricana de Mujeres. La nueva entidad fijó entre sus principales objetivos los de la promoción de la participación de la mujer africana en la toma de decisiones; garantizar el respeto y cumplimiento de sus derechos humanos, y fomentar la promoción laboral y social de la mujer africana. Finalmente, el reforzamiento de la afrofeminidad como valor necesario y principal en la creación de espacios de justicia y paz, no solo en el continente africano, sino también en la esfera internacional.

Desde sus orígenes, la Oganización Panafricana de Mujeres ha logrado importantes avances en su lucha por la eliminación de todas las formas de discriminación y violencia que padecen aún a día de hoy las mujeres en África. Uno de ellos, la violencia sexual de que son víctimas en la mayoría de los conflictos bélicos. Una práctica que se utiliza como auténtica arma de guerra. Tema de tanta gravedad fue abordado durante la segunda semana de junio en una conferencia especial celebrada en Londres, en la que desempeñó un papel destacado la doctora sudafricana Dlamini Zuma, presidenta de la Comisión de la Unión Africana, primera mujer en ocupar dicho puesto. En la citada cumbre, Zuma estuvo acompañada de la senegalesa Bineta Diop (impulsora en 1996 de la Fundación Panafricana Femmes, África, Solidaridad), quien este año fue nombrada Enviada especial de Unión Africana para la Mujer, la Paz y la Seguridad.

CADA AÑO, son decenas de miles las mujeres en África víctimas de la violencia sexual en los diferentes conflictos armados abiertos en el continente. Uno de los casos más recientes de este delito de lesa humanidad está siendo el secuestro y violaciones a los que están siendo sometidas más de 300 niñas y mujeres en Nigeria por parte del grupo terrorista Boko Haram. Una situación que continúa a día de hoy a pesar de los esfuerzos que se están realizando para su liberación por parte de la comunidad internacional.

Otro de los graves ataques que se producen contra la dignidad de la mujer y que se constata en diversas países de África (no exclusivamente, por desgracia, en el continente negro, pues también es generaliza en Asia, Oriente Medio y, en menor medida, Sudamérica) es el de la ablación. Es decir, la escisión o corte mediante el que se practica la extirpación (clitoridectomía) total o parcial de los genitales externos femeninos. Operación muy dolorosa para las mujeres (en su mayoría niñas, entre los 4 y los 15 años) que la sufren, por cuanto en la mayoría de los casos se hace sin anestesia alguna y en ausencia de las condiciones higiénicas necesarias para evitar una infección. Esta práctica (falsamente basada en la religión y las tradiciones ancestrales) supone, al igual que la violencia sexual en los conflictos armados, una violación de los derechos humanos que se debe erradicar. Algo que solo podrá lograse a través de una legislación internacional clara y contundente, pero sobre todo, a través de la educación y concienciación de las sociedades en que aún se practica la ablación, informando sobre las graves consecuencias que acarreará a sus victimadas hijas para el resto de sus vidas.

Y aun a tenor de todo lo expuesto (los graves problemas a que debe enfrentarse) la mujer africana, fue y sigue siendo el epicentro en torno al que se genera la impresionante vitalidad (con sus mil millones de habitantes) que demuestra actualmente el conjunto de África. Quizás por ello reza así un proverbio africano: "Si educas a un hombre, educas a un individuo, pero si educas a una mujer, educas a una sociedad".

África debe afrontar aún muchos retos y desafíos, pero buena parte de sus países gozan ya de una economía y desarrollo emergentes con grandes posibilidades de progreso y grandes expectativas de futuro, e incluso influencia a nivel mundial. Pero nada de ello habría sido ni será posible sin el coraje, trabajo y bondad que día a día demuestran las mujeres de África, los verdaderos motores del cambio en el continente. Historiador y periodista