Para los que nos dedicamos a la comunicación, agosto suele ser un infierno. Las constantes vitales de la actividad pública se ralentizan y completar cada día el puzle de la actualidad más allá de los topicazos del estío requiere de un esfuerzo propio de Sísifo. Hay quien sostiene que lo mejor sería cerrar todo el mes y tomarnos un respiro acorde con el calendario. Pero no, eso no. Cuando menos hay que quedarse vigilantes, no sea que, con los líderes políticos desaparecidos, algún portavoz de tercera o cuarta fila se le ocurra abrir la boca algo más que Rafa Hernando cuando la tiene en posición de descanso. (Qué pena, cuántos titulares no se habrán perdido con el relevo de este ya inolvidable portavoz del PP). Tampoco se puede dejar de la mano el Ayuntamiento de Zaragoza, que aun semivacío da más miedo que la casa de Norman Bates, especialmente si es Alberto Cubero el que se sienta en la mecedora junto a la ventana. Aunque sea en funciones.

Hay veranos que por ejemplo se han arreglado con una buena guerra mundial con Marruecos por el islote Perejil (genial Federico Trillo en el papel de Eisenhower: «Al alba y con tiempo duro de levante...»), con un rifirrafe con Gran Bretaña a costa de Gibraltar o con Jordi Pujol saliendo por sorpresa de su escondite de Yoda para confesar: «Dinero fuera de España he tenido».

Precisamente Cataluña suele ser un tema muy socorrido, sobre todo cuando se acercan septiembre y la Diada. Los últimos años, huelga decir que el asunto ha cogido mucha fuerza en comparación a décadas anteriores y ha llenado miles de páginas gracias a la matraca independentista. Sin embargo, las cosicas de Mas, Puigdemont y ahora Torra ya son la mayoría de las veces pasto del aburrimiento. El sainete protagonizado el año pasado por aquellos que declararon la república catalana con la boca pequeña y por agotamiento ha perdido atractivo para la mayor parte de la población. Para juegos, el Monopoly.

Este año, con el PSOE degustando su mejor momento en mucho tiempo, los focos se han girado casi por completo hacia el nuevo líder del PP. Y no solo los periodísticos, ya que la jueza Rodríguez-Medel ha convertido en hábiles estos primeros días de agosto para llevar a Pablo Casado hasta las puertas del Supremo. Es evidente que no ha tenido mucha suerte el sucesor de Rajoy, ya que su caso ha cogido brío precisamente cuando hay poco más que contar. Pero es lo que tiene el verano. Haber estudiado. H *Periodista