El estado de israel ha celebrado el 70 aniversario de su fundación masacrando palestinos. La Norteamérica de Trump aplaudió la fiesta. Sobre la memoria de los millones de víctimas del Holocausto, de los héroes del gueto de Varsovia y de la inteligencia judía de todos los tiempos se cierne una oscura niebla de maldad y muerte. Netanyahu es Himmler, el Tsahal (ejército regular israelí) es un calco de las SS. Los palestinos son los judíos de los judíos. Jóvenes gazatíes usaban sus hondas para lanzar piedras a los Goliat señalados por la estrella de David. El llamado mundo civilizado esbozó una distraída protesta. Y así, 70 años.

Israel fue un artificio geoestratégico construido mediante acciones terroristas a cargo de los grupos de acción sionistas y justificado por el bestial genocidio cometido por la Alemania nazi con la complicidad de otros pueblos europeos (ahora, el actual Gobierno polaco prohíbe cualquier alusión al tema). Todo se cargó a la cuenta del pueblo palestino, que de repente perdió su país y hubo de afrontar a un enemigo cada vez más poderoso e imbatible. Israel, hoy, es un hecho consumado, un país armado hasta los dientes, que dispone de una avanzadísima industria bélica, de armas nucleares y de unos servicios de espionaje capaces de organizar operaciones encubiertas en todo Oriente Medio. Cuando invoca su derecho «a defenderse», el apocalipsis se pone en marcha.

No habrá vuelta atrás. Israel es la evidencia de que en esta edad poscontemporánea no ha de haber causas justas (fíjense dónde ha parado el sandinismo nicaragüense) ni víctimas que no se conviertan en verdugos si tienen ocasión. Y ¡ay de aquellos a quienes les toca estar en el bando perdedor (palestinos, sirios, iraquíes, yemeníes, mexicanos, venezolanos, congoleños, libios, rohingyas birmanos, somalíes...)! Nadie hará nada por ellos.

(En estas, las noticias se alejan ya de los hospitales de Gaza y nos cuentan que los estudios de Casado ¡uuummm!, que el casoplón de Iglesias&Montero ¡aaarggg!, que los jueces belgas ¡uuufff!... Qué cruz.)