El ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, presentó el viernes el Programa de Estabilidad 2016-2019, que será remitido a Bruselas. Paralelamente, el titular de Hacienda en funciones, Cristóbal Montoro, presentaba los objetivos de déficit que deberán cumplir las autonomías los próximos años, ante los que Aragón y otras comunidades votaron en contra.

El déficit autonómico previsto se inscribe precisamente en el plan de estabilidad cuatrienal, en el que el Gobierno ya da por sentado que le será admitida una (nueva) prórroga de un año para ajustar las cuentas.

Después de haber sacado pecho antes de las elecciones, el Ejecutivo del PP se topó con la realidad: el déficit que el 2015 había de ser del 4,2% del PIB se disparó hasta el 5,1%. El nuevo plan fija para este año el déficit en el 3,6% y para ello ha marcado un límite del 0,7% para las autonomías (el mismo previsto para el año pasado), que se antoja igualmente complicado cumplir.

Por el momento, y a la espera del panorama que dejen las elecciones del 26-J, Montoro ha abierto el grifo del Fondo de Liquidez (FLA). al dar por bueno que Aragón va a poder ajustar sus cuentas del año pasado con dinero detraído del menor pago de intereses de la deuda. Si dos se ponen de acuerdo en que algo es blanco, es blanco (por el momento), sea cierto o no. Una tregua para Montoro y Gimeno y un alivio para proveedores que necesitan el dinero del FLA como agua de mayo.

El plan presentado por Guindos admite también que no será hasta el 2019 que el paro se reducirá hasta el 13% (el que teníamos 11 años antes, al comenzar la crisis y aún lejos del 8% del 2006, en el momento álgido de la burbuja). El ministro asegura que el próximo año habremos recuperado el PIB del inicio de la crisis, lo que hará aún más palpable que las consecuencias de la devastación no han sido igual para todos, vistas las lacerantes cifras de pobreza y precariedad que tenemos y que no dan signos de remitir. Las previsiones de crecimiento, algo más moderadas (2,7%, 2,4%, 2,5% y 2,5%), deberían situarnos cerca de los 20 millones de empleos en el 2019, los que teníamos en el 2008. Si se cumple el pronóstico, del que ya presumió Rajoy en la campaña del 20-D, nos queda por hacer lo más importante: generar un modelo de empleo que no se caracterice por la baja calidad y escasa productividad que marcó la época del pelotazo y la burbuja.