Solo un resultado sorprendente, que los sondeos prácticamente excluyen, puede evitar que el PSOE pierda el Gobierno andaluz. Solo un acuerdo con el PP le permitiría volver al de Asturias. Y en el 2013, aunque puede también que antes, solo un pacto con el PNV, al que la actual dirección socialista se opone férreamente, impediría que el PSE abandonara el ejecutivo vasco.

El desastre socialista aún no ha tocado suelo. Mientras eso no ocurra --aunque quién sabe si no continuará después-- el PP no cejará en su estrategia de machacar cualquier intento del PSOE de hacerse escuchar en la escena política. Acusándole de todos los males de la vida española y de las duras medidas que el Gobierno se está viendo obligado a adoptar "por culpa de lo que hicieron José Luis Rodríguez Zapatero y los suyos". O de planes inverosímiles como el de instigar la violencia en las calles, o el de fraguar un pacto con los sindicatos "para tratar de recuperar con las huelgas lo que perdieron en las urnas".

LOS SOCIALISTAS no van a poder librarse de esa presión, rastrera pero relativamente eficaz, y mucho menos contratacar. Los desastres del Gobierno de Zapatero pesan sobre ellos como una losa que solo el tiempo, y seguramente mucho, permitirá levantar. Cada día aparecen nuevos detalles, algunos estremecedores, sobre los errores cometidos. Porque el estigma de perdedor anula cualquier posibilidad de mejorar su imagen colectiva --otra cosa es que Rubalcaba y alguno más sigan mereciendo respeto-- en un panorama mediático cada vez más hegemonizado por la derecha y que lo estará más cuando se produzcan los previstos cambios en RTVE.

Pero, sobre todo, porque el PSOE tiene muy poco que decir. Levantar la bandera de la defensa del Estado del bienestar ante una opinión pública que percibe los recortes de Rajoy como una continuación de los que emprendió Zapatero, no puede ser el eje de una eventual reconstrucción del discurso socialista. La gente que dio la espalda al PSOE, en las urnas y en la calle, por sus fracasos y porque percibió que se parecía demasiado a la derecha no va a volverse ahora a mirarlo porque diga que quiere defender la escuela y la sanidad públicas. Construir un planteamiento alternativo es mucho más difícil que eso. Si los socialistas británicos, alemanes, franceses o suecos se ven incapaces de superar el bloqueo ideológico al que les han llevado años de asunción paulatina, o acelerada, del ideario neoliberal, ¿cómo habrían de lograr ese milagro sus colegas españoles que hace poco decían que bajar impuestos es de izquierdas?

Pero es que, además, la gente del PSOE no está en eso. En estos momentos la preocupación prioritaria de su dirección y la de todos sus cuadros, que es como decir su militancia real, es la batalla por el poder interno. Empezó hace un año por el nombramiento del candidato electoral, eclosionó en el reciente congreso del que el partido salió prácticamente dividido en dos y ahora continúa en los congresos regionales. El saldo, hasta la fecha, es: dos de las federaciones principales, Andalucía y Madrid, están en manos de la oposición a Rubalcaba. Esos resultados, al que otros similares pueden añadirse en breve, prefiguran un futuro socialista dominado por la división interna. Esa situación distraerá de las tareas de oposición y anulará cualquier intento de abrir el partido a nuevas corrientes y personas.

¿Está por tanto el PSOE acabado? No necesariamente. Aún a trancas y barrancas, sigue siendo la referencia electoral y política de un amplio colectivo de ciudadanos. Nada indica que vaya a irse a la izquierda, a IU, por ejemplo, o a la derecha. Sigue siendo una poderosa y articulada maquinaria política. Y, sobre todo, porque el PP puede fracasar. Más en una situación tan compleja y difícil como la actual. Si en los 2003-2004 Aznar, teniéndolo todo a favor, se disparó en sus pies y dio a Zapatero una victoria en la que posiblemente ni este creía, ¿por qué no va a cometer errores graves Rajoy en una España hundida en la depresión económica y moral de la que nadie sabe cómo se puede salir y cuándo?

LA EXPERIENCIA de los socialistas franceses --lo más probable es que ganen las presidenciales-- y de los alemanes --que no solo han salido del pozo, sino que podrían volver al Gobierno en el 2013--, confirma que en el juego político de nuestros días lo determinante son los fallos del adversario y no los aciertos propios.

Estar en condiciones de aprovechar las circunstancias favorables, si se producen, que tampoco está dicho, es la única opción estratégica que ahora le cabe al PSOE. Evitar el destrozo interno es la condición necesaria para practicarla. Lo malo es que la posibilidad de un golpe de suerte es otro de los acicates para que unos y otros se sigan peleando por los cargos, por el poder. Así funciona la lógica de los partidos, que vale tanto para el PSOE como para el PP o para IU. Y que se apoya también en que, pase lo que pase, cada uno sigue cobrando un sueldo.