Dicen que un proverbio chino advierte de que el aleteo de una mariposa puede sentirse al otro lado del mundo. Que todo, por nimio que parezca, repercute de alguna manera en el conjunto de una globalidad que, en los últimos tiempos de interacciones inmediatas, ya no es solo una intuición de cómo se propagan los efectos sino la constatación de sus consecuencias. La metáfora amplifica sus repercusiones si quien inicia el movimiento dispone de un poder irrefrenable. Trump, por ejemplo, cuando se dedica a jugar con el tablero internacional cambiando el movimiento de unas fichas que incluso con consenso hacían difícil la partida. Se acaba de cargar el acuerdo nuclear con Irán y estrena embajada en Jerusalén, avivando el avispero de Oriente Medio. El precio del petróleo ha respondido al aleteo programado y a Arabia Saudí -cliente vip de la industria militar estadounidense— con muchos gastos en su intervención en Yemen le va de perlas que el barril suba. Pero Europa, necesitada de estabilidad, ya teme lo que se avecina. Con un petróleo caro, la inflación empezará su habitual escalada y los actuales bajos precios del dinero que sostiene el Banco Central Europeo para atemperar los todavía coletazos de la crisis evolucionarán a peor. España acababa de presentar a la Comisión Europea su Plan de Estabilidad para cuatro años, con buenas previsiones. Pero el nuevo escenario que se barrunta se las lleva por delante en crecimiento del PIB, reducción de la deuda y del déficit y en 600.000 nuevos empleos menos. No es un sutil aleteo, es un tsunami en toda regla. H *Periodista