Esto es como cuando a una señora que sale del supermercado, se le acerca un tipo de seguridad, y delante de todo el mundo, le exige que abra su bolso, porque "sospecha que ha robado algo". La señora enrojece, se defiende y se niega, pero ante la insistencia del segurata y la expectación de toda la clientela, la mujer abre el bolso y... no hay nada. Chasco. Disculpas que suenan a metida de pata.

Algo así le ha sucedido a media Europa con el affaire del presidente Evo Morales, que fue acusado de llevar en su avión un paquete. Nada menos que al espía Snowden. Todos le señalaron, le putearon dando vueltas y cuando Morales abrió el bolso y mostró su interior vacío, Europa enmudeció avergonzada. ¿Todo este desaire para nada?

La cara del presidente boliviano mostraba el poema latino frente al hierro occidental. Argumentos para seguir sospechando del segurata del supermercado americano, que espía y cabrea a todo el mundo, pero no hasta el extremo de rebelarse. O somos o no somos. Me sucede con este otro asunto más doméstico de los ERE andaluces; el PSOE la emprende cuando el acusado es el rival, pero cuando la jueza le pide que "vacíe su bolso propio", se queja de persecución. Todo debe partir de una base de oro: si soy inocente pueden ponerme todos los focos sobre mi frente: seguiré inocente. ¿Si llevo espías en mi avión es lo mismo? Ellos dijeron que no; que los presidentes son inviolables. ¿O alguien le abriría el maletero al presidente estadounidense Barack Obama?