De camino a Vigo. El deber me llama. Tren de media noche hacia esa tierra de meigas por excelencia, y a mi lado, una, que por sus formas, parece del gremio. Hasta un perrillo, que viaja cerca con su dueño, despierta de su letargo y comienza a ladrarle, como si tras de sí trajera un ejército de las tinieblas. El mismo que ha vuelto a Génova, con la llegada de Casado a la presidencia del PP. Su lugarteniente en jefe, el señorito Aznar, cual Allien, regresa al nido, con las mismas intenciones con las que lo hizo el bicho del demonio en la famosa película de terror: no dejar ni al apuntador vivo. Mala hierba nunca muere, y ya se sabe, Satanás y Lucifer, por mucho que compitan, siempre acaban luchando en el mismo bando, como los Pili y Mili que en estos días vuelven a cruzar sus destinos, ya ligados desde el 2009 al 2011, cuando el benjamín popular trabajó como director de gabinete del expresidente del Gobierno. Y es que como ellos mismos aseguran, «la suma de todos nos hace más fuertes y unidos». Qué peligro. El eje del mal realineado y pegando con más fuerza que nunca, desde la sombra y junto a las sombras. Habrá que esperar a la nueva entrega de la saga pepera, pero la criatura parece estar en plena forma y con muchas ganas de conquistar el planeta de los simios, regentado por el golpista mayor, Sánchez. En cualquier caso, resulta curioso el panorama político. Con Casado se cierra el círculo. Ya no queda ni un solo partido que no esté liderado por un guapito de nuevo cuño, de distinto signo, pero con idéntico patrón: el de un Allien de segunda generación.

*Periodista y profesora de universidad