Empecé esta semana que termina viendo por enésima vez la película de José Luis Cuerda, Amanece, que no es poco. Obra maestra del humor absurdo, que con la excusa del surrealismo y la narración grotesca de la sociedad, caricaturiza nuestras debilidades.

Horas antes de la manifestación del 25-S, Rajoy va a reivindicar a la Asamblea de las Naciones Unidas, una silla para España en el Consejo de Seguridad. Como argumentario lleva la Alianza de Civilizaciones, ese chiste que le parecía malo cuando lo contaba Zapatero. Mientras, el New York Times sacude la imagen patria con su reportaje "España: entre la austeridad y el hambre". Rajoy, como quizá no entiende el inglés, intenta mirar para otro lado. Aquí estamos con la independencia de Cataluña en la punta de la lengua. Se debate con sorbos que queman. Y claro, lo que hacen las cosas calientes en la boca son llagas. Mariano se tensa con el España se rompe, la fractura social y por la imagen que se está dando del país en el exterior. Preparemos la artillería contra aquello que puede manchar la Marca España incluso más que aquellos chándals que llevaron nuestros olímpicos.

La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, comparó la convocatoria "Rodea el Congreso" con el golpe de estado del 81. Incluso declaró que había grupos cercanos al nazismo en el 25-S. No me dirán que su intención no puede ser otra que convertirse en la mayor agitadora de las manifestaciones.

Y luego llegó el 25-S. Fuimos, estuvimos y vimos. La policía intentando dejar la marca España en los cuerpos de aquellas personas que se sienten piezas del Monopoly en el que lo que se cerca son nuestros derechos. El riesgo de la prima no se va a solucionar poniendo la violencia en la porra. El descontento no se puede contener con represión porque cuando algo no cabe en un recipiente opresor, se acaba derramando por los márgenes. Salimos a la calle porque nos ahogamos. Derramamos ausencia de miedo. De ahí los golpes, intentos de contenernos dentro de los márgenes. La letra con sangre entra.

Se habla de intervención desproporcionada de las fuerzas de seguridad. Para la versión oficial se trató de una actuación ejemplar, en palabras del ministro de Interor Jorge Fernández Díaz, frente a un ataque a la democracia. El ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, añadía que "en una democracia hay que escuchar a la calle pero hay que obedecer a las urnas". Que obecezcamos, esa es la máxima. Pese a la violencia de convertir la democracia en una farsa. Las elecciones las gana el que invente un mejor programa-ficción.

"En resumen, hemos ganado los de siempre". Una de las frases de Amanece, que no es poco expresada por el recién reelegido alcalde. Probablemente es una de las sensaciones que tenemos muchas personas, que siempre ganan los de siempre. Pero también en esta ficción en la que tenemos que resistir a empujones, podemos ser ese maestro que se rebela ante la autoridad poniendo como examen el tema de las ingles. Y coger como eslogan otra frase del guión de Cuerda "yo podía haber sido una leyenda... o una epopeya si nos juntamos varios...". Seguimos.

Activista cultural