Hay quien ama una vez un su vida con la distinción de la exclusividad y hay quien necesita respirar amor para vivir al día. Hay tantas formas de amar como historias de amor y todas coinciden en la desembocadura de un emoción sublime. ¿Pero es el amor cosa de dos? Su biografía legendaria está trufada de parejas que lo hallan, lo comparten y lo sufren juntos, escalando, unidos por la misma cordada, hasta la cima de la perfecta complicidad o descendiendo a los infiernos. También navegando por un mar en calma. Sin embargo este maravilloso milagro que los químicos quieren hacer suyo y los poetas lo defienden con una bala en la sien si hiciera falta, quizás proceda de una fusión de unilateralidades y no tanto de la cópula desaforada de sentimientos paralelos.

Estamos frente a uno de los grandes fenómenos de la naturaleza humana, posiblemente el más singular porque brota sin previo regadío y se marchita con agua bendita, por lo que cualquier afirmación rotunda puede llevar a la insolencia descriptiva. Pero la teoría aceptada como teorema de que el amor asoma de la conjunción de una armónica locura, es una verdad a medias, nunca mejor dicho. Admitiendo ese matrimonio indisoluble entre tirios y troyanos, el flechazo y la posterior hemorragia de felicidades, habría que buscar otras raíces en la profundidad de esa tierra volcánica. Y preguntarse por distintos dioses, por diferentes culturas del amar.

Una de ellas, la necesidad de necesitar. No suena muy romántico y habrá que argumentarlo como se merece, sin despojar al amor de su esencia fantástica. Venimos a este mundo desnudos y nos vamos expoliados de toda explicación. La soledad cósmica es uno de los principales abrigos de ese invierno. Demasiado frío. Por eso somos corazones en busca de autor, de alguien que dé sentido a los vacíos aun a riesgo de agrandarlos. Planetas de galaxias a años luz que cruzan sus pasiones y las extinguen, fruto de la incompatibilidad de atmósferas, en la mayoría de las ocasiones. No son así dos en uno, sino uno más uno que se encuentran, eso sí, abrazados por una fuerte atracción estética y mental (o ambas cosas) cuyo origen daría para otro buen puñado de tesis.

Amamos para que alguien atienda la llamada, para escuchar al otro lado de la línea una voz que encienda la llama contra el crudo invierno. Un solo día; todos los días de la vida. Eternamente improbable ni a balazos en la sien.