Durante la noche electoral Carlos Floriano manifestó que las elecciones municipales y autonómicas las había ganado el PP. Pero, tras esta afirmación cierta, se escondía la dura realidad: la derecha política había sufrido un castigo electoral de gran magnitud. Se sabía que la nefasta gestión del PP le iba a pasar factura ante el electorado (propio y ajeno) y sólo faltaba saber la intensidad del previsible varapalo electoral.

Y así fue pues el PP tuvo una victoria pírrica, ese tipo de victorias que tienen el amargo sabor de una derrota pues sus apoyos electorales habían caído de forma estrepitosa, poniendo de manifiesto que las políticas neoliberales que ha aplicado con rigidez el PP, le han supuesto dilapidar en tan sólo una legislatura el apoyo electoral que conquistó en los comicios de 2011.

Y Aragón no ha sido una excepción. Durante la noche electoral, la desolación era patente en los rostros de los dirigentes populares. Y no era para menos pues la presidenta Rudi perdía 88.000 votos, un -12,19% menos de apoyo popular que el logrado en el 2011 y asumía resignada su imposibilidad de mantener el Gobierno de Aragón.

RUDI RECIBÍA el merecido castigo electoral por las políticas que ha aplicado desde el Pignatelli y que han generado un enorme y creciente hartazgo en amplios sectores de los ciudadanos. Ciertamente, la gestión de Rudi ha sido nefasta pues, a los duros recortes en sanidad, educación o políticas sociales y de dependencia, se han unido actitudes y gestos de arrogancia e insensibilidad por temas tales como su desprecio por las lenguas catalana y aragonesa, su enfrentamiento con la Universidad de Zaragoza, su nula gestión cultural, su desdén por las políticas públicas de la memoria histórica democrática, etc.

Si Rudi sufría semejante desgaste gobernando, batacazo que todavía hubiera sido mayor si los partidos emergentes hubieran logrado una mayor implantación en el medio rural aragonés, peor era, pese a ser la lista más votada en el Ayuntamiento de Zaragoza, el caso de Eloy Suárez el cual, sin gobernar, veía reducidos sus apoyos en 44.000 votos, un -15,24 % menos que en las anteriores elecciones municipales y así, ponía fin a su aspiración de alcanzar la alcaldía de la capital de Aragón. En el ámbito municipal, escaso consuelo resulta, pues, la victoria, también pírrica de PP en las otras dos capitales, aragonesas, el ascenso en el caso de Alcañiz o Tarazona, o el mantener en su poder algunas cabeceras comarcales. La victoria, seguía teniendo un sabor amargo.

CON LA AMARGA victoria del Partido Popular, se cierra en la comunidad aragonesa, y en gran parte de España, todo un ciclo de políticas de derechas que nos malgobernaban. Por ello, el PP ha sufrido merecidamente tan contundente castigo electoral lo cual unido a la frescura y entusiasmo de las candidaturas de convergencia que apostaron decididamente por una democracia más participativa, y una política económica más justa y solidaria, son motivos de alegría y de esperanza.