Ese auténtico fenómeno de la investigación histórica y la crónica de sucesos que es Francisco Pérez Abellán acaba de galvanizarnos con un nuevo estudio sobre la muerte de Mateo Morral, el anarquista que intentó acabar con la vida de Alfonso XIII lanzándole una bomba desde un cuarto piso de la madrileña calle Mayor, el 31 de mayo de 1906. El monarca, que en ese momento desfilaba en su carroza nupcial, junto con su recién desposada Victoria Eugenia de Battenberg, resultó ileso, pero como resultado de la explosión 23 personas perdieron la vida y más de un centenar resultaron heridas en el mayor atentado sufrido por la capital de España hasta el de la estación de Atocha.

La historia oficial --ésa que los señores catedráticos y profesores de esta inexistente ciencia repiten curso tras curso a sus alumnos-- venía afirmando que Mateo Morral, arrinconado por la policía, se suicidó horas después de su acción mediante un disparo en el pecho.

Las conclusiones del estudio de Pérez Abellán son, sin embargo, muy diferentes. El investigador demuestra en su libro (Morral. El falso suicidio del hombre que atentó contra Alfonso XIII, editorial Poe Books) que el anarquista catalán fue realmente ejecutado por las fuerzas del orden por varios disparos a cañón tocante (o a quemarropa). Que su cadáver no apareció en anónimos caminos, como debería desprenderse de su supuesta fuga, sino en una finca, próxima a Madrid, del entonces ministro de Gobernación, conde de Romanones. Y que tampoco se trataba de una especie de lobo solitario, de un iluminado, de un malthusiano dispuesto a atentar contra la Corona por un ideal social revolucionario, sino de una pieza más de un engranaje bien aceitado, con sus cómplices, objetivos y estrategias perfectamente delimitados.

El sugerente trabajo de Pérez Abellán no se limita a indagar en los matices psicológicos de la personalidad de Morral, en los aspectos sumariales (siendo a Abellán a quien debemos el rescate del sumario del caso) o policiales. Su meticulosa investigación sirve asimismo para reconstruir aquella España de principios del siglo XX. El Madrid de Baroja y Valle-Inclán aparece tan bien retratado como las corrientes ideológicas y los movimientos políticos que convulsionaron a un país arruinado por la pérdida de las colonias.

Una lección de historia, política y literatura.