Los Presupuestos Generales (PGE), año tras año, son o deberían ser la verdadera y real hoja de ruta por la que un país transita y avanza. ¿Avanza? Para empezar, los del 2018 se han llevado al Congreso seis meses más tarde de lo que ordena la Constitución. Además, decir que se «presentan a debate» tampoco parece lo apropiado, no en una Cámara cuyas coordenadas son un conocido pimpampum: adhesión cuasi incondicional (Ciudadanos), intercambio de cheques por apoyos (nacionalistas) o sumisión tácita vía abstención, por aquello de la responsabilidad de Estado, ese imperativo tan difuso que disuelve alternativas. De los últimos 23 PGE aprobados en España, 13, por no contar con mayorías absolutas, han tenido que ser pactados, o mejor dicho comprados a los nacionalistas de uno y otro lado, que a ratos son tomados por aliados y a ratos por chantajistas. Según conviene.

Con Cataluña sumergida en su propia e infinita matraca, este año, como el anterior, todo pasa por el PNV, bandera de un territorio que, a la chita callando y con más sutileza y cinismo político que victimismo histórico, sí opera oficiosamente en un escalón muy cercano al de Estado independiente. Dueños y señores de su propio ombligo, los nacionalistas vascos fían su respuesta (o el encarecimiento del precio, ya veremos) a la derogación del 155, lo que nos conduce a una situación ya conocida de cuentas prorrogadas o plazos alargados, y empuja al resto de partidos a la extenuación (a alguno en particular a rozar el ridículo pidiendo cinco apoyos «al azar») y a la población en general a la desesperación.

Otro apartado es el de la ejecución de los propios PGE, que en ocasiones no recibe toda la atención que merece. Por ejemplo, en el último año solo se ha gastado el 29,7% de lo presupuestado en I+D+i, siendo la tasa más baja desde que se registra este dato (2000), según la Fundación COTEC. A ello se suma que pese a las cabriolas dialécticas de Montoro al final tampoco se cumplen los objetivos de déficit acordados con Bruselas, como ocurrió en el 2017. O que el Gobierno use las cuentas como escudo para vetar proposiciones de ley de la oposición (57 iniciativas en lo que va de legislatura, nuevo récord), siempre con la necesaria colaboración de C’s, claro, que sigue a rebufo en espera de su momento. Mientras, el 80% de la población se ha empobrecido desde el 2008 y se ha acabado con el 12% de la clase media. No le den más vueltas. Es la antipolítica, amigos H *Periodista