La noche electoral, aquel 15 de junio de hace 30 años, servidor montaba guardia con un cetme colgado del hombro en la puerta del club de oficiales del Gobierno Militar de Valencia, al lado del Palacio de Justicia en el que tenía lugar el recuento de votos. Con la lógica prudencia interrogaba a los que salían del palacio sobre los resultados, intercambiado cómplices gestos si deducía que mis informantes eran de izquierda. Valencia entonces votaba a la izquierda. Por aquella misma puerta que me tocaba custodiar, unos días antes o después --no recuerdo con precisión-- mientras TVE emitía el programa musical de Íñigo se produjo una auténtica desbandada. Jefes y oficiales salían corriendo con cara de pocos amigos. Al principio pensé en un incendio, pero no había humo. ¿Cuál era el motivo de semejantes carreras de los mandos? Íñigo había invitado a Joan Baez a su programa y la cantante americana había comenzado su actuación dedicándole una canción a Dolores Ibarruri, La Pasionaria. Demasiado para el cuerpo. Era el humo del infierno, con todos los demonios patrios, lo que hacía huir a tan valerosos militares franquistas. ¡Qué tiempos! Profesor de Universidad