El ministro Montoro, con esa facundia que los dioses le ha dado, prometió ayer que Aragón alcanzará el pleno empleo en tres años... si el independentismo catalán no lo impide, claro. O sea, que siempre estará Cataluña para echarle la culpa. Aunque quizás no haga falta, pues es posible, sí, que se acabe el paro o quede reducido a muy poquita cosa por el sencillo procedimiento de acelerar prejubilaciones, fomentar la emigración de nuestros jóvenes mejor preparados y sostener el decrecimiento demográfico. Entonces tal vez no haya mucho más curro, pero les sobrará a los cuatro que queden en edad y condiciones de ir al tajo.

Estos días, Aragón es moda global. El mismísimo Maduro, presidente bolivariano de Venezuela y bestia negra de la derecha española, recomendó a Jordi Évole, que se venga a Zaragoza a buscar pobres y desahuciados de solemnidad. Por qué cito a la Inmortal Ciudad y no a Málaga o a Valladolid es algo que ignoro. ¿De qué le sonaría la Muy Heroica capital aragonesa? ¿Alguien le había contado algo sobre las miserias de los aragoneses, que viven amontonados mientras los venezolanos disfrutan de la buena vida? ¿Se lo pió el rojo pajarito chavista que se le aparece por las noches?

Ahora, para chusco-chusco lo del señor presidente de la Asociación No Hablamos Catalán (que sí, que existe). En Logroño, este caballero de nombre Luis López denunció en rueda de prensa cómo a los pobres niños del Aragón Oriental se les adoctrina idiomática e ideológicamente. Y fíjense en un detalle: la referencia a tan curiosas y atrabiliarias declaraciones fue ayer mismo la noticia más leída dentro de la edición digital de este diario. Lo cual significa que o bien el personal tenía ganas de chiste, o es que el catalaneo nos está sacando de quicio.

En fin, un día de estos habrá que reparar en lo que de verdad ocurre en nuestra querida Tierra Noble. Donde la actualidad (social y política) ha entrado en lo que podríamos denominar etapa decisiva. Aunque, de tanto mirar al este, ni nos enteramos de lo que sucede aquí.