Finalizadas las fiestas de los católicos españoles y su ocupación cuasi permanente de calles plazas, plazoletas y rincones, con la inestimable ayuda de toda suerte de policías y militares, más el tremendo ruido de bombos tambores, trompetas y matracas, aunque todo ello también sirva para llenar los bolsillos de quienes se dedican al turismo, llega el tiempo de la penitencia real en este Aragón donde la fama de un laico como Buñuel tanto ha contribuido al espectáculo de la semana trágica de Nuestro Señor Jesucristo. La presidenta Rudi, que ya habrá guardado la peineta y los ropajes negros en el armario debería sin embargo continuar de riguroso luto, porque los aragoneses, a punto ya de derretirse la nieve, estamos cada día más tiesos. Que solamente funcione el turismo --y coyunturalmente--, es lamentable, sobre todo cuando lo de la nieve nos cuesta un dineral (a ver si de una vez podemos conocer las cuentas reales de Aramón) y no genera puestos de trabajo ni significativos ni permanentes, en una provisionalidad que además resulta más que lesiva para los trabajadores. ¿Dónde hay planes para una industrialización de Aragón que genere riqueza y puestos de trabajo dignos y seguros? Mañana, día de nuestro señor San Jorge, patrón de Aragón, la presidenta cantará nuevamente otra zarzuela, trasvase mediante, donde volveremos a sentirnos gigantes y cabezudos, pura nada, los cuatro de siempre ricos y la inmensa mayoría aguantando como se pueda. ¿Aragón Ghana?

Profesor de universidad