La Asociación de Directivos y Ejecutivos de Aragón (ADEA), está invitando a los candidatos a la presidencia de nuestra comunidad para que expliquen sus puntos de vista, su historia personal y algo de la del partido o grupo que les apoye, las innovaciones que vean precisas y sobre todo, los rasgos esenciales del programa que propongan a fin de que no votemos in albis.

Es de admirar el cuasi heroísmo de esos candidatos principales salvo que su interés no fuese limpio, aceptando ese reto. Cualquier persona sensata (dicho sin ánimo peyorativo), sabe lo que cuesta ese reto y lograr la ayuda de personas idóneas y la comprensión de los electores. La vida pública, para que continúe siendo democrática, exigirá sacrificios por parte de todos. Por ejemplo, no será sencillo acomodarse a la que llaman "democracia digital" si a fuerza de anonimatos, acabásemos separando acciones y omisiones de la responsabilidad que generen y que es una regla esencial de la democracia.

Verdaderamente, no es sencillo ni ser elector ni ser candidato, porque unos y otros, deberíamos operar siempre con espíritu de verdad, diciendo solo aquello de lo que respondamos y siempre con respeto a los otros, lo que no significa "comulgar con ruedas de molino", sino ponderar serenamente, si es hacedero lo que nos van a ir ofreciendo mitin tras mitin y si resultaría viable votar a candidaturas cuyos portavoces confiesan, ingenua o pícaramente, que aún están ideando su programa (no escribiendo, ¡ideando a estas alturas!), pero invitándonos a creer en ellos y a que les votemos a ciegas.

El pasado 16 de abril, asistí a la "puesta en común" que precedida por unas objetivas y discretas observaciones de Salvador Arenere presidente de ADEA, fue exponiendo Arturo Aliaga como candidato del PAR a la presidencia de nuestra comunidad autónoma; quise asistir y celebro haberlo hecho. Arturo lleva años vinculado a tareas públicas, primero como funcionario por oposición (es ingeniero industrial), luego, como político sin adscripción a partido alguno y más tarde, como militante del PAR. No es un advenedizo ni un oportunista; habla de lo que sabe y de lo que más sabe, es de trabajar; me consta.

Consideré acertada en general, la exposición de Aliaga y confiando en el aval que ya representa su currículo, confío también, en que el electorado entienda lo que nos viene a decir. No estamos ante un hombre que necesite de la política ni que él presuma de imprescindible ni empeñado en mantenerse contra viento y marea; es una persona amable, trabajadora y con buenos calificativos en todas sus ocupaciones, las profesionales y las políticas. Además, elegido desde las bases del partido.

Pienso bien de Arturo Aliaga y lo hago sin sujeción a criterio partidista; como suelo decir, llevo varios años en excedencia voluntaria de mi militancia en el PAR y anuncio desde ahora, que muy probablemente, mi voto será para él: ni es un novato ni es un cantamañanas. Eso también: no dejaré de cotejarle con otros candidatos como es justo. A todos les deseo la suerte que su preparación realmente merezca.

Insistió Arturo Aliaga en el carácter centrista del PAR y en el respeto que manifiesta por los partidos situados a su derecha o a su izquierda. Dado que no abundan en Aragón las mayorías electorales, como revelaron las ocasiones anteriores, de volver a ocurrir lo mismo, supongo que todos los partidos procurarán soluciones que no repitan el triste espectáculo de Andalucía; si ningún partido alcanza la mayoría precisa para gobernar en solitario, puede ser lógico propiciar una coalición viable recordando que la enemiga, a veces feroz, de las campañas electorales, resulta sustituible casi siempre, por coaliciones llevaderas. Guste o no guste, eso también forma parte de la democracia.

Querido amigo Arturo: "La más principal hazaña", que diría Calderón, es la que emprendes ahora apoyado, creo, por el partido entero, incluidos los que pudieron estar en el puesto que ocupas y sabiendo que, como recordaba Kipling a su hijo, el triunfo y la derrota son dos impostores y que lo básico consiste en ser siempre persona, incluso en las más difíciles circunstancias. Ánimo, Arturo; es el espíritu el que ennoblece las empresas.