Para salvar la cara y la contundencia de la justicia española (Nodo-TVE dixit), la euroorden para detener y extraditar al maligno Puigdemont ha sido retirada de improviso. De esta forma, el Estado propiamente dicho se empareja con los indepedentistas catalanes a la hora de hacer el ridículo en el exterior. Supongo que los halcones de Madrid, los que piden acabar con el secesionismo sin contemplaciones, estarán echando por la boca y la pluma sapos y culebras. ¡El juez Llarena es culpable! ¡La fiscalía y los tribunales belgas son culpables! ¡Rusia es culpable! Lo flipas.

La ignorancia es muy atrevida. Jordi Évole puso frente a frente, en su programa, a las lideresas del independentismo catalán (Marta Rovira, ERC) y del unionismo ídem (Inés Arrimadas, C’s). Y ambas se aplicaron a mostrar su profundo desconocimiento de la realidad y su infantilismo político. Ha transcendido el hecho de que no fueron capaces de acertar ni por aproximación el porcentaje de parados existente actualmente en la frustrada pseudo-república (¡aunque ambas estuvieron de acuerdo a la hora de dar una cifra inexacta!); pero eso, aun poniendo de manifiesto su analfabetismo funcional, casi fue lo de menos en medio de aquel estrepitoso desastre.

Los políticos, en general muy desinformados, solo son la vanguardia de una sociedad que está perdiendo la conciencia de sus derechos básicos porque desprecia el conocimiento más elemental. Las Españas, ¡ay, madre!, arrastran todavía su retraso en demasiadas cuestiones fundamentales. Estamos empeñados, por ejemplo, en mantener abiertas las centrales eléctricas que queman carbón, justo cuando el calentamiento global nos golpea sin compasión. Gran parte de la ciudadanía sigue abducida por la burricie y el simplismo. Cree que cualquier problema se resuelve tirando por el camino de en medio. Que el resto de Europa, por ejemplo, secundará un proyecto tan absurdo como la famosa y fracasada DUI. O que admitirá una euroorden mal fundamentada y ajena al Derecho comparado. Luego pasa lo que pasa. Da pena.